Universidad
de Valencia
Todo lo que hacemos y,
por supuesto todo lo que vive nuestro cuerpo, se sostiene, entiende y justifica
sobre el fondo irrenunciable de lo que hemos sido. Ser es, esencialmente, ser
memoria.
Emilio Lledó. El silencio de la escritura,
Madrid, Ed. Centro
de estudios constitucionales, 1991.
El
valor instrumental de la memoria está ocupando un lugar de privilegio en la
historia contemporánea. Primero fue el “descubrimiento” de la historia oral.
Naturalmente ¿Cómo podría hacerse la historia del tiempo presente sin tener en
cuenta a los protagonistas?. Pero ya, el testimonio, tanto oral como escrito
–la memorialística- plantea nuevos problemas, que en el caso del exilio son
esenciales.
En
principio hay que distinguir entre los derivados de los protagonistas mismos
del exilio, o sea su percepción actual o tardía de los sucesos que vivieron,
sus vivencias, en ocasiones sus autobiografías cuya veracidad ha sido puesta en
duda, y luego minuciosamente analizada por Nora Catelli[1].
Y
luego los que atañen a los historiadores que, bien por falta del método
adecuado, o por un acuerdo tácito o inconsciente de obviar ciertos temas, de
olvidar ciertos acontecimientos, cruciales por añadidura, distorsionan el
objeto de estudio –en este caso el exilio republicano- y, en ocasiones, la
propia historia de España del siglo XX.
Respecto
al primer punto, desde Sócrates, Aristóteles y Platón, la filosofía antigua, ya
estuvo preocupada por la oposición entre memoria y olvido o desmemoria..
Siguiendo a Bergson[2], nos
preocuparemos en primer lugar por definir el concepto. Según este clásico hay
dos clases de memoria, la memoria de hábito, o memoria de repetición, y la
memoria representativa. Para él, esta segunda es la memoria pura, la que
constituye la propia esencia de la conciencia. Ferrater Mora dice “Este último
tipo de memoria representa la continuidad de la persona, la realidad
fundamental, la conciencia de duración pura. Por eso se dice que la memoria,
considerada en este sentido, es el ser esencial del hombre en cuanto entidad
espiritual, pudiéndose definirlo, en cierto sentido, a diferencia de todos los
demás seres, como ‘ el ser que tiene memoria’ , que conserva su pasado y lo
actualiza en todo lo presente que tiene, por consiguiente, historia y
tradición”[3]
Otros acercamientos a la memoria la presentan como formada por el caudal de
recuerdos, las experiencias vividas o experiencias personales de la vida, que
en un sentido estricto son los recuerdos conocimientos o saberes. Y continúan
estos autores “La capacidad de evocación permite traer a la conciencia datos
archivados en el caudal mnésico; —pero— la memoria a pesar de estar bien
organizada presenta errores de omisión y de deformación. Se olvida mas
fácilmente lo reciente que lo antiguo, solo se fijan y se retienen aquellos
datos en los que hay interés y atención. De manera paralela, la evocación de
los recuerdos desagradables es mas difícil cuando están comprometidos factores emocionales
de índole afectiva, que generan angustia o temor, lo que da como resultado la
deformación la represión de los recuerdos”[4].
No
vamos a hablar solamente del olvido sino del problema que, en ciertos casos se
plantea al historiador de fuentes orales por la propia condición psicológica de
los entrevistados.
La
cuestión se complica si se considera la relación entre “memoria individual”,
“memoria social” y “memoria colectiva”. Esta relación no esta resuelta según J.
Cuesta que sigue a Rousso y Halbwachs, y sin embargo los historiadores
“deberían estar interesados por un buen conocimiento de la memoria individual y
de sus mecanismos, para una lúcida aproximación y tratamiento de los
testimonios individuales y para un análisis válido de sus relaciones con la memoria
colectiva” [5].
Porque
en el caso del exilio ―o de otros objetos históricos: persecuciones,
torturas, abusos de poder como en el actual caso Pinochet― ¿Qué ocurre
cuando se trata de la huella mnésica que ciertas vivencias pueden determinar en
individuos que han estado sujetos a experiencias muy traumáticas? Porque esta
es la variable que estudian los doctores Blanca Ramos y Carlos Viesca, en
algunos de los exiliados en México después de la guerra civil. Los sujetos que
examinan en su trabajo, de haber sido fuentes de historia oral en condiciones
normales, hubieran narrado determinadas vivencias de su experiencia. En
condiciones patológicas, sin embargo, -demencia senil, estados depresivos,
cuadros delirantes o confusos- el resultado/narración es muy otro.
Uno
de los pacientes de la muestra llevado a la enfermería del hospital “a raíz de
una infección pulmonar por presentar agitación nocturna consistente en que
trataba de salir del asilo y al intentar detenerlo agredía tanto física como
verbalmente. Durante el episodio delirante gritaba que estaban bombardeando su
casa en la ciudad de Toledo. Se negaba a tomar agua, pues decía que esta había
sido envenenada por Franco; y además la razón de sus salidas era muy simple,
deseaba recolectar rocío de la mañana, la única agua que podría beber sin
riesgo. Al resolverse la infección y el cuadro delirante,...fue imposible
recabar información de sus vivencias pues el paciente con dificultad recordaba
su nombre”[6].
En
otro sentido también nos remite a estos problemas de memoria, olvido y pasado
la película del exilio español En el balcón vacío. El tiempo y el espacio
juegan un papel primordial en la estructuración de la personalidad, son
condicionantes y entidades constituyentes del ser humano. En la película, una
niña, Gabriela, es desarraigada de su hogar y su patria a causa de la guerra.
Años después esa misma niña en la realidad Mª Luisa Elío, con su marido Jomi
García Ascot, un amigo Emilio García Riera y un fotógrafo, cámara aficionado
José Mª de Torre, como ayudante de dirección, que les cedió su laboratorio, exiliados
todos como ella, aproximadamente de la misma edad, deciden en México rememorar,
reconstruir y enfrentar aquel pasado, desde otro espacio vivido, desde otro
tiempo. El resultado no puede ser mas sobrecogedor. En palabras de Naharro
Calderón “Esta mítica película del exilio de l939, explora el recuerdo de la
guerra en una conciencia infantil durante el exilio; la crisis de identidad
entre los exiliados que tienen dificultades para reconciliar la memoria y su
complemento : el olvido; o la relación de la memoria cinematográfica con el
plano mental de los recuerdos” [7].
La
película esta basada en unos relatos que escribió Mª Luisa en Cuba en 1959, que
luego fueron adaptados por ella misma, Jomi y Emilio García Riera, como guión
de la película[8].
Cuando yo la conocí en el verano de l997 conservaba exquisitamente su belleza y
me llamó especialmente la atención su puesta en escena de consumada actriz. Fui
acompañada de un antiguo amigo suyo José Puche Planás que hizo de mediador
entre el presente y aquellos tiempos de la película. Aquella mujer –el tiempo-
que nos recibió con luces indirectas, maquillada y actuando refinadamente había
sido la interprete y más atrás aun la niña, de una historia que solo mas tarde
conocería. Aquella mujer había escrito: “En aquellos días en que ocurrió, aún
era yo muy niña, que diera yo por ser tan niña ahora, si es que acaso he dejado
de serlo. Y entonces, había algo en las calles, algo en las casas, que después
desapareció con aquella guerra, aquella guerra aún veo por los tejados de las
casas, aquella guerra que apareció un día en el grito de la mujer” [9]
Así
comienza la película con una voz en off.
Los
años de su vida en México, sus avatares personales no muy felices, se habían
superpuesto a aquellas otras experiencias y, después de la película unos y
otras serán las que perduren en mi memoria y me plantearan precisamente estas
reflexiones...Ante el suelo sagrado de la vida de cada exiliado donde mas bien
ha habido dolor ¿podemos los historiadores pararnos sin mas a contar “historias
de bronce”, “fábricas de héroes” en las que la voz de los vencidos casi nunca
se oye y se prescinde incluso de la dimensión humana de los protagonistas? [10].
Por
tres veces a lo largo de la película el rostro de la niña y luego de la mujer
quedará cortado verticalmente “como ejemplo y premonición de la incapacidad
para acceder a la plenitud de una memoria pasiva y ordenada y de un presente
liberado del lastre del pasado”
La
vuelta a la casa, “El destapar la memoria -que en los relatos esta
impregnada de miedo, voces, intento de recordar lo que se escapa-solo provoca la caída
final, la de la María Luisa adulta expresionistamente acurrucada y atrapada por
la incomprensión”, la imposibilidad de comprender, de asimilar lo que ha vivido
“Mamá, ¿por qué soy yo tan alta si sólo tengo siete años? Mamá, contéstame,
¿dónde estáis todos? ¿por qué os escondéis? Ya no quiero jugar, no esconderos,
salir de donde estéis”[11].
Es
así que el exilio, aunque para algunos haya terminado- muerte, regreso-
determina una actitud específica del historiador que podría hacerse extensible
a otras parcelas de la historia contemporánea. Sensibilizados además por los
varios congresos que sobre el mismo se han realizado en el curso de 1999, ha
sido, a mi parecer fundamental el encuentro y la comunicación con muchos de sus
protagonistas. Ninguno de ellos hablará de “exilio dorado”, como puede ser el
caso de algún déspota o ladrón que haya evadido sus capitales y esté
disfrutándolos en alguna perdida isla paradisíaca del Pacifico.
No
fue este el caso de los republicanos españoles, ni aún de los mas afortunados
que lograron rehacer sus vidas y han seguido trabajando y hasta se hicieron
ricos.
Adolfo
Sánchez Vázquez, uno de los eximios representantes que hemos tenido el honor de
recibir y escuchar dice “No siempre se alcanza a ver lo que el exilio
representa en la vida de un hombre. Se habla de exilios “dorados”; no serán
ciertamente los de los hombres oscuros y sencillos que se vieron forzados a
dejar su tierra por haber sido fieles a su pueblo...Hablo del exilio verdadero,
de aquel que un hombre no buscó pero se vio obligado a seguir...para no verse
emparedado entre la prisión y la muerte”...”El exilio es un desgarron que no
acaba de desgarrarse, una herida que no cicatriza, una puerta que parece
abrirse y que nunca se abre...””El exiliado vive siempre escindido; de los
suyos, de su tierra, de su pasado. Y a hombros de una contradicción permanente,
entre una aspiración a volver y la imposibilidad de realizarla. Tiene por ello
su vida un tinte trágico...Siempre en vilo, sin tocar tierra...Aterrado”
Por
eso el exilio tiene tantos poetas. Por eso Sánchez Vázquez filósofo, pero
también poeta, además de El pulso ardiendo, escrito en España a los
veinte años, pero publicado en Morelia, compondría también estos sonetos:
El desterrado
El
árbol más entero contra el viento
Helo en tierra, deshecho derribado
Congregando su furia en su costado,
El hacha lo dejó sin fundamento
La torre que besaba el
firmamento
-¡oh, sueño vertical,
purificado!-
con todo su volumen
desplomado
tan solo de la muerte es
monumento
Y tú, desnudo y leve
junco humano,
Contra el viento
amarillo del olvido
Contra todo rigor estas
erguido.
Torre humana o árbol
sobrehumano,
Contra el hacha, en el
aire levantado,
Sin raíz ni cimiento,
desterrado
O
bien este otro, que toma su título del primer verso:
Al dolor del destierro
condenados
-la raíz de la tierra que
perdimos-,
con el dolor humano nos
medimos
que no hay mejor medida,
desterrados.
Los metales por años
trabajados,
Las espigas que puras
recogimos,
El amor, y hasta el odio
que sentimos,
Los medimos de nuevo
desbordados.
Medimos el dolor que
precipita
Al olvido la sangre
innecesaria
Y que afirma la vida en
su cimiento,
Por él nuestra verdad se
delimita
Contra toda carroña
originaria
Y el destierro se torna
fundamento12
Tomamos
ahora, para terminar esta parte de la Memoria de los protagonistas, unas
palabras de otro insigne exiliado, que ha venido a Valencia en ocasiones
anteriores y que clausuró el congreso L’exili cultural de l939. Seixanta anys després,
José
Ricardo Morales. Aunque nacido en Málaga, había estudiado y vivido en Valencia ―excepto
el tiempo que estuvo en el frente- y marchó también en l939 arribando a Chile
en otro simbólico barco, el Winnipeg poco tiempo después[12].
Su conferencia de clausura “El delito de pensar, una razón del destierro” –en prensa-,
comienza “Acabamos de efectuar, tal como en ocasiones precedentes, un penoso
inventario: el de la considerable pérdida sufrida por España como consecuencia
de la enajenación forzosa a que se vio sometida con la expulsión al mundo
abierto de muchos de sus mejores hijos, por obra y gracia del dictador de
turno, Francisco Franco. Una enajenación que ha de entenderse en su doble
sentido de “locura” y de “exclusión” o “apartamiento””, porque si la demencia
supone la carencia de mente, nada mas demencial que excluir del país a un
número crecido de inteligencias, por el hecho de que pusieron en juego su
propia razón de ser: el pensamiento libre”.
Si José Ricardo no es propiamente un poeta y
un filósofo sí es necesario reconocer su condición de profesor en muchas artes,
especialmente en la literatura y el teatro- aunque también es maestro en
historia del arte, paleografía, arquitectura, lingüística,- Su obra como
dramaturgo merece especial reconocimiento. No quiero con esto poner de
manifiesto la altura intelectual de estos desterrados elegidos, en detrimento
de aquellos que ni siquiera tienen nombre y cuya obra profesional, de la
profesión que sea, es desconocida. Pretendo esencialmente evidenciar de una vez
por todas el fundamental problema de la memoria del exilio.
Y paso ahora a los otros actores de este
drama, a los historiadores profesionales, aunque bien claro quede que es
difícil en este campo separar sujeto y objeto.
¿Cuál es el problema de la memoria y
desmemoria entre os profesionales de la historia? .Además de las cuestiones de
método, en parte apuntadas en lo escrito anteriormente, aquí voy a tratar algo
que ya va siendo un lugar común entre nosotros.
“Amnistía no es necesariamente amnesia”
proponía no hace tanto tiempo uno de nuestros colegas más cualificados, y
prosigue “ en el caso español más que olvido lo que predominó fue la voluntad
política de que un pasado de guerra civil y dictadura —y exilio, añadiría yo—,
no interfiriera en la construcción de un futuro de democracia[13].
Y los contemporaneístas más decididos se dedicaron a escribir la historia
reciente sin causar sobresaltos. No es solo el intento de dar sensación de
normalidad, de que la historia española no era distinta a la del resto de
naciones europeas, sino que nuestros conspicuos historiadores, sociólogos y
politólogos ignoraron, maquillaron y siguen en ello, salvo honrosas
excepciones, hechos tan monstruosos como la represión franquista –que no pueden
olvidar ni perdonar ni reconciliarse- aquellos que la sufrieron[14].
.Es que incluso han puesto en tela de juicio o simplemente han negado, las
evidentes conexiones del franquismo con el fascismo y el nazismo. Ha tenido que
ser un historiador italiano, Luciano Casali, poco o nada reconocido en la
historiografía española, quien haya tenido que redefinir la verdadera
naturaleza de esta dictadura[15].
Pero en fin, el cincuenta aniversario de la
guerra civil ya pasó en el otro siglo. Y corrió bastante tinta sobre él. Ahora
lo que yo quisiera plantear con ocasión del plural congreso que se ha realizado
sobre el exilio es ¿Por qué a los historiadores de contemporánea no les
interesa el exilio republicano? ¿Por qué ha tenido que ser una facultad, un
catedrático de literatura quién haya tenido que promover su estudio?. Habrá que
reconocer que es la obra de los escritores, de los poetas, como hemos visto en
el apartado anterior, la que mas pronto llamó la atención del interior. También
que fue, con otros, José Luis Abellán en los años setenta quien puso en marcha
la recuperación del exilio en España, quien comenzó la historiografía sobre el
exilio. Y en estos últimos veinticinco años se han hacho progresos y congresos[16].
En l989, con ocasión del cincuentenario numerosas conmemoraciones, jornadas y
exposiciones; tanto en España como en otros países lo atestiguan y según pasa
el tiempo, es evidente, aumentan los estudiosos y el conocimiento.
Pero es innegable la existencia de una
obstinada “desmemoria” de un deliberado propósito de prescindir y no querer
saber de esa otra España “la audaz utopía 2000 contra el olvido que es la muerte
definitiva”[17].
¿será suficiente?. No lo creo, ni aun cuando se publiquen actas de los l2
congresos. Un somero análisis de la situación me lleva a considerar que es
solamente el principio de un largo camino erizado de dificultades y no es la
menor la capitalización del mismo por los elementos políticos, el centenario de
Max Aub, los homenajes a García Lorca y Alberti tapan la boca y tranquilizan
conciencias.
Llegados aquí he de hacer la salvedad del
articulo publicado también en prensa por José A. Piqueras, del que transcribo
algún párrafo ya que ha sido el único historiador, que yo sepa, que ha escrito
en un medio de comunicación “En la distancia, nuestros exiliados crearon y
formaron discípulos, mientras su país de origen los ignoraba. A la experiencia
personal se uniría la del destierro cultural cuando su obra fue conocida a
destiempo y mal. Fueron extrañados de una realidad que aprendió a vivir
haciéndolos prescindibles. Quedaron como objeto futuro de un artículo, de una
tesis doctoral, de algún congreso. Hoy son un buen tema para becarios con
espíritu viajero pero carecemos de un esfuerzo institucional dispuesto a
recordarnos la trayectoria que perdimos” [18].
Habrá
que matizar algunas de estas observaciones pero en conjunto el diagnóstico
coincide con el que no hace dos meses ―el 2 de diciembre de l999―
exponía José Monleón en el marco del congreso mencionado, en Segorbe. Decía mas
o menos textualmente: si no conseguimos que salte a la calle, se entere la
sociedad, se hable de ellos, de Aub ―y de éste se habla― de Negrín,
de Garfias como se habla de Cela, de Felipe González, de Carlos V o de
Calderón, si no conseguimos que salga de los círculos de eruditos y
especialistas, de ninguna manera se puede hablar de recuperación para la actual
sociedad española, para esa memoria social o colectiva de que hablábamos[19].
Para empezar, y aunque no se logre con ello
penetrar en la invisible, pero resistente conciencia social, el exilio aún
considerado ya como objeto de estudio, no ha sido tenido en cuenta en los
contenidos de los programas de historia, de filosofía, de literatura, historia
del arte, incluso en las referencias posibles de la historia de la ciencia. En
resumen en los contenidos de la tan aclamada LOGSE. Y aún cuando entraran
―dos, tres párrafos― en el siglo XX ¿cómo inculcar su importancia,
su significado, en estos alumnos, los hombres y mujeres del siglo XXI, tan
desinteresados por las llamadas humanidades? ...y por el resto de saberes, como
estamos comprobando.
Y si de la hasta ahora llamada enseñanza
secundaria pasamos a los estudios universitarios ¿qué disciplinas, que
maestros, que estudiantes –aquí y ahora- pueden dar cuenta de esta historia tan
reciente y tan desconocida?. Mal que nos pese a Max Aub le conocen mejor en el
Alto Palancia que en la universidad de Valencia. Pero si hablamos de Juan
Negrín e incluso de Azaña sólo algunos iniciados podrán dar noticia somera de
su obra cultural y política...
Con todo, esto no es lo mas grave. El exilio
en sí puede ser abordado y lo es desde estos paradigmas, hay historiadores que
lo han hecho objeto preferente de sus investigaciones[20]
pero el nudo de la cuestión, lo preocupante a mi juicio es ¿Tiene para
políticos e historiadores oficialistas la misma consideración que el centenario
del emperador o de su hijo. ¿Es lo mismo recordar/recobrar a Calderón que a J.
R. Morales, Luís Seoane, Enrique de Rivas, Margarita Xirgú, Eduardo
Blanco-Amor, Vicente Lloréns, Rafael Méndez o Remedios Varo...?
Quiero terminar con una referencia a Manuel
Sánchez Montalbán y otros escritores, como él preocupados por la memoria y la
desmemoria de nuestro pasado reciente: Haro Tecglen, Muñoz Molina,
Vidal-Beneyto, Eduardo Subirats, Javier Marías, Juan Cruz, Javier Pradera,
Goytisolo...Fue un ejemplo de concisión y severidad el análisis de Vázquez
Montalbán en la clausura de los congresos del exilio, en el castillo de
Colliure. Espero que lo escriba pronto. Para lo que trato de decir me puedo valer
del artículo de Muñoz Molina “La historia y el olvido” del que también transcribo
unos fragmentos interesantes e ilustrativos:
Los intelectuales, la gente que escribe libros y
opina en los periódicos, no suele interesarse mucho por lo que ocurre en las
escuelas. Si lo hubieran hecho, habrían observado a lo largo de esa década (los
ochenta), que las tentativas de abolición política y estética del pasado se
correspondían con el lento descrédito escolar de los saberes de la memoria, es decir, las Humanidades...Circulaba ya
la especie, difundida por la secta poderosa de los pedagogos, de que todo aprendizaje
debía prescindir de la memoria y basarse en
la experiencia directa. En pedagogía, esa ciencia de éxito sólo comparable al
de la “ufología” y la “astrología”, el adjetivo “memorístico” se volvió
tan insultante como “costumbrista” en
literatura...En los principios pedagógicos triunfantes en las últimas décadas
está ímplicita la negación de los saberes históricos y geográficos...Lo que
hizo el régimen de Franco con la historia de España no fue imponerla tiránicamente,
sino tergiversarla y abolirla, usurparla igual que usurparon el nombre del país.
Desde l939 se decretó no sólo la amnesia acerca de lo que habían sido la República
y la guerra, sino también la falsificación de todo el pasado anterior...(y yo
añadiría el posterior)... [21]
Y es
que preocupados y preocupaciones hay pero ¿Sería mucho pedir que los
responsables de la política educativa española incluyeran este sujeto histórico
en sus reformados y reformables planes de estudio?
[1] N. Catelli,
El espacio
autobiográfico, Barcelona, Lumen, 1991.
[2] Citado por J. Ferrater Mora,
Diccionario
de Filosofía, 4 vols., Barcelona, Círculo de lectores, 3, p. 2l76.
Voz Memoria
[3] J. Ferrater Mora,
Diccionario
de filosofía, 3, p.2176
[4] Mª B. Ramos, C. Viesca
Treviño, “La guerra civil en el inconsciente del exiliado. Una visión
psiquiátrica y fenomenológica”. El exilio valenciano en América. Obra y memoria.
A.
Girona, Mª F. Mancebo, eds. Valencia, Instituto de cultura Juan Gil Albert,
Universitat de València, 1995, pp. 181-193, cita, p.186.
[5] J. Cuesta , “De la memoria a
la historia”, Entre el pasado y el presente. Historia y memoria, A. Alted
(coord.) , Madrid, UNED, pp.55-89 . Especialmente
su bibliografía y las obras de G. Namer, Mémoire et société. Paris, L´Harmattan, 1987.
Sobre la oralidad y la escritura, E. Lledó, El surco del tiempo, Barcelona, Crítica
1992.
[6]Mª B. Ramos, C. Viesca, “La
guerra civil....”, p. 187
[7] J. Mª Naharro Calderón, “En
el balcón vacío de la memoria y la memoria de En el balcón vacío”, Archivos de la
Filmoteca, nº 33 (l999), 151-161, cita en p. 152.
[8] Publicados con el nombre,
Tiempo de
llorar, México, Ediciones del Equilibrista, 1988 y completados con
Mª Luisa Elío, Cuaderno de Apuntes, CONACULTA y Ediciones del Equilibrista,
México, l995. Véase también sobre la génesis de la película, Ch. Alonso, “Una
mirada hacia lo perdido: En el balcón vacio”, Archivos...pp.141-149.
[9] Mª Luisa Elío,
Cuaderno de
Apuntes, p.31
[10] E. Sabato,
Antes del
fin, Seix Barral, Barcelona, 1999.
[11] Mª L. Elío,
Cuaderno de
Apuntes, p. 35.
[12] A. Sánchez Vázquez, “Fin del
exilio y exilio sin fin”, Del exilio en México. Recuerdos y reflexiones, México,
Grijalbo, 1997, pp. 35-38; 177-178
[13] S. Juliá, “Malestar con la
historia”, 1. El País, 16-XI-1997.
[14]
Meritoria es la labor que esta realizando la universidad Rovira y
Virgili, con ayuda de los afectados. Conversación con Carmen Calvo, Colliure,
18-XII-1999. Véanse los trabajos de Josep Mª Solé y Sabaté.
[15] L. Casali, “Il fascismo
spagnolo”, Per
una definizione della dittatura franchista, pp. 7-37. Una revisión
reciente de F. Traniello “Historiografía italiana e interpretaciones del
fascismo”, Ayer,
n.º 36 (1999), pp. 177-200. No alude al problema que aquí se trata. I. Saz “El
primer franquismo”, Ayer, n.º 36 (1999), pp. 201-221, califica
en definitiva al franquismo- el primer franquismo- como régimen fascistizado
por excelencia. I. Saz tiene en cuenta a Casali, aunque solo le atribuye la
aportación de situar “las raices del fascismo español en la Iglesia católica”,
(nota 10) p. 205.
[16] Para una bibliografía
reciente Actas
del congreso L’exili cultural 1939 seixanta anys després, Mª F. Mancebo,
C. Alonso, M. Baldó, (eds.) en prensa.
[17] M. Aznar Soler, “Sesenta años
después”, El
País, 31-XII-1999.
[18] J. A. Piqueras, “El segundo
destierro del exilio cultural”, El País, 24-XII-1999. Algo anterior, S. Juliá, “Rastros del pasado”,
El País
digital, 25-VII-1999.
[19] Sobre la creación o destrucción
de la memoria colectiva, VVAA, Las palabras de la tribu: escritura y habla,
Madrid, Cátedra y Ministerio de Cultura, 1993. J.L. Borges, Borges oral,
Madrid, Alianza, 1998. VVAA, El orden de la memoria. El tiempo como imaginario, Barcelona-Buenos
Aires, Paidós, 1991. VVAA, El olvido está lleno de memoria, Madrid,
Visor, 1995. F. M. Gimeno Blay. Quemar
libros... ¡ Qué extraño placer !, Eutopía, 2ª época, Valencia
1995, vol. 104, especialmente III. 1 “Destrucción de la memoria”.
[20] A. Alted, B. Bermejo, S.
Cabeza, S. Cortés, P. Domínguez, Mª. F. Mancebo, M. Peset, J. Planes...
[21]
A. Muñoz Molina, “La historia y el olvido”, El País, 9-XI-1997. Una
primera versión de estas páginas fue presentada al congreso de la asociación de
historia contemporánea, Valencia, mayo 2000.