Página de inicioMemoria y desmemoria del exilio republicano 1939

 Mª Fernanda Mancebo

 Universidad de Valencia

 

Todo lo que hacemos y, por supuesto todo lo que vive nuestro cuerpo, se sostiene, entiende y justifica sobre el fondo irrenunciable de lo que hemos sido. Ser es, esencialmente, ser memoria.

Emilio Lledó. El silencio de la escritura, Madrid, Ed. Centro de estudios constitucionales, 1991.

 

El valor instrumental de la memoria está ocupando un lugar de privilegio en la historia contemporánea. Primero fue el “descubrimiento” de la historia oral. Naturalmente ¿Cómo podría hacerse la historia del tiempo presente sin tener en cuenta a los protagonistas?. Pero ya, el testimonio, tanto oral como escrito –la memorialística- plantea nuevos problemas, que en el caso del exilio son esenciales.

En principio hay que distinguir entre los derivados de los protagonistas mismos del exilio, o sea su percepción actual o tardía de los sucesos que vivieron, sus vivencias, en ocasiones sus autobiografías cuya veracidad ha sido puesta en duda, y luego minuciosamente analizada por Nora Catelli[1].

Y luego los que atañen a los historiadores que, bien por falta del método adecuado, o por un acuerdo tácito o inconsciente de obviar ciertos temas, de olvidar ciertos acontecimientos, cruciales por añadidura, distorsionan el objeto de estudio –en este caso el exilio republicano- y, en ocasiones, la propia historia de España del siglo XX.

Respecto al primer punto, desde Sócrates, Aristóteles y Platón, la filosofía antigua, ya estuvo preocupada por la oposición entre memoria y olvido o desmemoria.. Siguiendo a Bergson[2], nos preocuparemos en primer lugar por definir el concepto. Según este clásico hay dos clases de memoria, la memoria de hábito, o memoria de repetición, y la memoria representativa. Para él, esta segunda es la memoria pura, la que constituye la propia esencia de la conciencia. Ferrater Mora dice “Este último tipo de memoria representa la continuidad de la persona, la realidad fundamental, la conciencia de duración pura. Por eso se dice que la memoria, considerada en este sentido, es el ser esencial del hombre en cuanto entidad espiritual, pudiéndose definirlo, en cierto sentido, a diferencia de todos los demás seres, como ‘ el ser que tiene memoria’ , que conserva su pasado y lo actualiza en todo lo presente que tiene, por consiguiente, historia y tradición”[3] Otros acercamientos a la memoria la presentan como formada por el caudal de recuerdos, las experiencias vividas o experiencias personales de la vida, que en un sentido estricto son los recuerdos conocimientos o saberes. Y continúan estos autores “La capacidad de evocación permite traer a la conciencia datos archivados en el caudal mnésico; —pero— la memoria a pesar de estar bien organizada presenta errores de omisión y de deformación. Se olvida mas fácilmente lo reciente que lo antiguo, solo se fijan y se retienen aquellos datos en los que hay interés y atención. De manera paralela, la evocación de los recuerdos desagradables es mas difícil cuando están comprometidos factores emocionales de índole afectiva, que generan angustia o temor, lo que da como resultado la deformación la represión de los recuerdos”[4].

No vamos a hablar solamente del olvido sino del problema que, en ciertos casos se plantea al historiador de fuentes orales por la propia condición psicológica de los entrevistados.

La cuestión se complica si se considera la relación entre “memoria individual”, “memoria social” y “memoria colectiva”. Esta relación no esta resuelta según J. Cuesta que sigue a Rousso y Halbwachs, y sin embargo los historiadores “deberían estar interesados por un buen conocimiento de la memoria individual y de sus mecanismos, para una lúcida aproximación y tratamiento de los testimonios individuales y para un análisis válido de sus relaciones con la memoria colectiva” [5].

Porque en el caso del exilio ―o de otros objetos históricos: persecuciones, torturas, abusos de poder como en el actual caso Pinochet― ¿Qué ocurre cuando se trata de la huella mnésica que ciertas vivencias pueden determinar en individuos que han estado sujetos a experiencias muy traumáticas? Porque esta es la variable que estudian los doctores Blanca Ramos y Carlos Viesca, en algunos de los exiliados en México después de la guerra civil. Los sujetos que examinan en su trabajo, de haber sido fuentes de historia oral en condiciones normales, hubieran narrado determinadas vivencias de su experiencia. En condiciones patológicas, sin embargo, -demencia senil, estados depresivos, cuadros delirantes o confusos- el resultado/narración es muy otro.

Uno de los pacientes de la muestra llevado a la enfermería del hospital “a raíz de una infección pulmonar por presentar agitación nocturna consistente en que trataba de salir del asilo y al intentar detenerlo agredía tanto física como verbalmente. Durante el episodio delirante gritaba que estaban bombardeando su casa en la ciudad de Toledo. Se negaba a tomar agua, pues decía que esta había sido envenenada por Franco; y además la razón de sus salidas era muy simple, deseaba recolectar rocío de la mañana, la única agua que podría beber sin riesgo. Al resolverse la infección y el cuadro delirante,...fue imposible recabar información de sus vivencias pues el paciente con dificultad recordaba su nombre”[6].

En otro sentido también nos remite a estos problemas de memoria, olvido y pasado la película del exilio español En el balcón vacío. El tiempo y el espacio juegan un papel primordial en la estructuración de la personalidad, son condicionantes y entidades constituyentes del ser humano. En la película, una niña, Gabriela, es desarraigada de su hogar y su patria a causa de la guerra. Años después esa misma niña en la realidad Mª Luisa Elío, con su marido Jomi García Ascot, un amigo Emilio García Riera y un fotógrafo, cámara aficionado José Mª de Torre, como ayudante de dirección, que les cedió su laboratorio, exiliados todos como ella, aproximadamente de la misma edad, deciden en México rememorar, reconstruir y enfrentar aquel pasado, desde otro espacio vivido, desde otro tiempo. El resultado no puede ser mas sobrecogedor. En palabras de Naharro Calderón “Esta mítica película del exilio de l939, explora el recuerdo de la guerra en una conciencia infantil durante el exilio; la crisis de identidad entre los exiliados que tienen dificultades para reconciliar la memoria y su complemento : el olvido; o la relación de la memoria cinematográfica con el plano mental de los recuerdos” [7].

La película esta basada en unos relatos que escribió Mª Luisa en Cuba en 1959, que luego fueron adaptados por ella misma, Jomi y Emilio García Riera, como guión de la película[8]. Cuando yo la conocí en el verano de l997 conservaba exquisitamente su belleza y me llamó especialmente la atención su puesta en escena de consumada actriz. Fui acompañada de un antiguo amigo suyo José Puche Planás que hizo de mediador entre el presente y aquellos tiempos de la película. Aquella mujer –el tiempo- que nos recibió con luces indirectas, maquillada y actuando refinadamente había sido la interprete y más atrás aun la niña, de una historia que solo mas tarde conocería. Aquella mujer había escrito: “En aquellos días en que ocurrió, aún era yo muy niña, que diera yo por ser tan niña ahora, si es que acaso he dejado de serlo. Y entonces, había algo en las calles, algo en las casas, que después desapareció con aquella guerra, aquella guerra aún veo por los tejados de las casas, aquella guerra que apareció un día en el grito de la mujer” [9]

Así comienza la película con una voz en off.

Los años de su vida en México, sus avatares personales no muy felices, se habían superpuesto a aquellas otras experiencias y, después de la película unos y otras serán las que perduren en mi memoria y me plantearan precisamente estas reflexiones...Ante el suelo sagrado de la vida de cada exiliado donde mas bien ha habido dolor ¿podemos los historiadores pararnos sin mas a contar “historias de bronce”, “fábricas de héroes” en las que la voz de los vencidos casi nunca se oye y se prescinde incluso de la dimensión humana de los protagonistas? [10].

Por tres veces a lo largo de la película el rostro de la niña y luego de la mujer quedará cortado verticalmente “como ejemplo y premonición de la incapacidad para acceder a la plenitud de una memoria pasiva y ordenada y de un presente liberado del lastre del pasado”

La vuelta a la casa, “El destapar la memoria -que en los relatos esta impregnada de miedo, voces, intento de recordar lo que se escapa-solo provoca la caída final, la de la María Luisa adulta expresionistamente acurrucada y atrapada por la incomprensión”, la imposibilidad de comprender, de asimilar lo que ha vivido “Mamá, ¿por qué soy yo tan alta si sólo tengo siete años? Mamá, contéstame, ¿dónde estáis todos? ¿por qué os escondéis? Ya no quiero jugar, no esconderos, salir de donde estéis”[11].

Es así que el exilio, aunque para algunos haya terminado- muerte, regreso- determina una actitud específica del historiador que podría hacerse extensible a otras parcelas de la historia contemporánea. Sensibilizados además por los varios congresos que sobre el mismo se han realizado en el curso de 1999, ha sido, a mi parecer fundamental el encuentro y la comunicación con muchos de sus protagonistas. Ninguno de ellos hablará de “exilio dorado”, como puede ser el caso de algún déspota o ladrón que haya evadido sus capitales y esté disfrutándolos en alguna perdida isla paradisíaca del Pacifico.

No fue este el caso de los republicanos españoles, ni aún de los mas afortunados que lograron rehacer sus vidas y han seguido trabajando y hasta se hicieron ricos.

Adolfo Sánchez Vázquez, uno de los eximios representantes que hemos tenido el honor de recibir y escuchar dice “No siempre se alcanza a ver lo que el exilio representa en la vida de un hombre. Se habla de exilios “dorados”; no serán ciertamente los de los hombres oscuros y sencillos que se vieron forzados a dejar su tierra por haber sido fieles a su pueblo...Hablo del exilio verdadero, de aquel que un hombre no buscó pero se vio obligado a seguir...para no verse emparedado entre la prisión y la muerte”...”El exilio es un desgarron que no acaba de desgarrarse, una herida que no cicatriza, una puerta que parece abrirse y que nunca se abre...””El exiliado vive siempre escindido; de los suyos, de su tierra, de su pasado. Y a hombros de una contradicción permanente, entre una aspiración a volver y la imposibilidad de realizarla. Tiene por ello su vida un tinte trágico...Siempre en vilo, sin tocar tierra...Aterrado”

Por eso el exilio tiene tantos poetas. Por eso Sánchez Vázquez filósofo, pero también poeta, además de El pulso ardiendo, escrito en España a los veinte años, pero publicado en Morelia, compondría también estos sonetos:

 El desterrado

 El árbol más entero contra el viento

Helo en tierra, deshecho derribado

Congregando su furia en su costado,

El hacha lo dejó sin fundamento

 

La torre que besaba el firmamento

-¡oh, sueño vertical, purificado!-

con todo su volumen desplomado

tan solo de la muerte es monumento

 

Y tú, desnudo y leve junco humano,

Contra el viento amarillo del olvido

Contra todo rigor estas erguido.

 

Torre humana o árbol sobrehumano,

Contra el hacha, en el aire levantado,

Sin raíz ni cimiento, desterrado

 

O bien este otro, que toma su título del primer verso:

 

Al dolor del destierro condenados

-la raíz de la tierra que perdimos-,

con el dolor humano nos medimos

que no hay mejor medida, desterrados.

 

Los metales por años trabajados,

Las espigas que puras recogimos,

El amor, y hasta el odio que sentimos,

Los medimos de nuevo desbordados.

 

Medimos el dolor que precipita

Al olvido la sangre innecesaria

Y que afirma la vida en su cimiento,

 

Por él nuestra verdad se delimita

Contra toda carroña originaria

Y el destierro se torna fundamento12

 

Tomamos ahora, para terminar esta parte de la Memoria de los protagonistas, unas palabras de otro insigne exiliado, que ha venido a Valencia en ocasiones anteriores y que clausuró el congreso L’exili cultural de l939. Seixanta anys després, José Ricardo Morales. Aunque nacido en Málaga, había estudiado y vivido en Valencia ―excepto el tiempo que estuvo en el frente- y marchó también en l939 arribando a Chile en otro simbólico barco, el Winnipeg poco tiempo después[12]. Su conferencia de clausura “El delito de pensar, una razón del destierro” –en prensa-, comienza “Acabamos de efectuar, tal como en ocasiones precedentes, un penoso inventario: el de la considerable pérdida sufrida por España como consecuencia de la enajenación forzosa a que se vio sometida con la expulsión al mundo abierto de muchos de sus mejores hijos, por obra y gracia del dictador de turno, Francisco Franco. Una enajenación que ha de entenderse en su doble sentido de “locura” y de “exclusión” o “apartamiento””, porque si la demencia supone la carencia de mente, nada mas demencial que excluir del país a un número crecido de inteligencias, por el hecho de que pusieron en juego su propia razón de ser: el pensamiento libre”.

 Si José Ricardo no es propiamente un poeta y un filósofo sí es necesario reconocer su condición de profesor en muchas artes, especialmente en la literatura y el teatro- aunque también es maestro en historia del arte, paleografía, arquitectura, lingüística,- Su obra como dramaturgo merece especial reconocimiento. No quiero con esto poner de manifiesto la altura intelectual de estos desterrados elegidos, en detrimento de aquellos que ni siquiera tienen nombre y cuya obra profesional, de la profesión que sea, es desconocida. Pretendo esencialmente evidenciar de una vez por todas el fundamental problema de la memoria del exilio.

 Y paso ahora a los otros actores de este drama, a los historiadores profesionales, aunque bien claro quede que es difícil en este campo separar sujeto y objeto.

 ¿Cuál es el problema de la memoria y desmemoria entre os profesionales de la historia? .Además de las cuestiones de método, en parte apuntadas en lo escrito anteriormente, aquí voy a tratar algo que ya va siendo un lugar común entre nosotros.

 “Amnistía no es necesariamente amnesia” proponía no hace tanto tiempo uno de nuestros colegas más cualificados, y prosigue “ en el caso español más que olvido lo que predominó fue la voluntad política de que un pasado de guerra civil y dictadura —y exilio, añadiría yo—, no interfiriera en la construcción de un futuro de democracia[13]. Y los contemporaneístas más decididos se dedicaron a escribir la historia reciente sin causar sobresaltos. No es solo el intento de dar sensación de normalidad, de que la historia española no era distinta a la del resto de naciones europeas, sino que nuestros conspicuos historiadores, sociólogos y politólogos ignoraron, maquillaron y siguen en ello, salvo honrosas excepciones, hechos tan monstruosos como la represión franquista –que no pueden olvidar ni perdonar ni reconciliarse- aquellos que la sufrieron[14]. .Es que incluso han puesto en tela de juicio o simplemente han negado, las evidentes conexiones del franquismo con el fascismo y el nazismo. Ha tenido que ser un historiador italiano, Luciano Casali, poco o nada reconocido en la historiografía española, quien haya tenido que redefinir la verdadera naturaleza de esta dictadura[15].

 Pero en fin, el cincuenta aniversario de la guerra civil ya pasó en el otro siglo. Y corrió bastante tinta sobre él. Ahora lo que yo quisiera plantear con ocasión del plural congreso que se ha realizado sobre el exilio es ¿Por qué a los historiadores de contemporánea no les interesa el exilio republicano? ¿Por qué ha tenido que ser una facultad, un catedrático de literatura quién haya tenido que promover su estudio?. Habrá que reconocer que es la obra de los escritores, de los poetas, como hemos visto en el apartado anterior, la que mas pronto llamó la atención del interior. También que fue, con otros, José Luis Abellán en los años setenta quien puso en marcha la recuperación del exilio en España, quien comenzó la historiografía sobre el exilio. Y en estos últimos veinticinco años se han hacho progresos y congresos[16]. En l989, con ocasión del cincuentenario numerosas conmemoraciones, jornadas y exposiciones; tanto en España como en otros países lo atestiguan y según pasa el tiempo, es evidente, aumentan los estudiosos y el conocimiento.

 Pero es innegable la existencia de una obstinada “desmemoria” de un deliberado propósito de prescindir y no querer saber de esa otra España “la audaz utopía 2000 contra el olvido que es la muerte definitiva”[17]. ¿será suficiente?. No lo creo, ni aun cuando se publiquen actas de los l2 congresos. Un somero análisis de la situación me lleva a considerar que es solamente el principio de un largo camino erizado de dificultades y no es la menor la capitalización del mismo por los elementos políticos, el centenario de Max Aub, los homenajes a García Lorca y Alberti tapan la boca y tranquilizan conciencias.

 Llegados aquí he de hacer la salvedad del articulo publicado también en prensa por José A. Piqueras, del que transcribo algún párrafo ya que ha sido el único historiador, que yo sepa, que ha escrito en un medio de comunicación “En la distancia, nuestros exiliados crearon y formaron discípulos, mientras su país de origen los ignoraba. A la experiencia personal se uniría la del destierro cultural cuando su obra fue conocida a destiempo y mal. Fueron extrañados de una realidad que aprendió a vivir haciéndolos prescindibles. Quedaron como objeto futuro de un artículo, de una tesis doctoral, de algún congreso. Hoy son un buen tema para becarios con espíritu viajero pero carecemos de un esfuerzo institucional dispuesto a recordarnos la trayectoria que perdimos” [18].

Habrá que matizar algunas de estas observaciones pero en conjunto el diagnóstico coincide con el que no hace dos meses ―el 2 de diciembre de l999― exponía José Monleón en el marco del congreso mencionado, en Segorbe. Decía mas o menos textualmente: si no conseguimos que salte a la calle, se entere la sociedad, se hable de ellos, de Aub ―y de éste se habla― de Negrín, de Garfias como se habla de Cela, de Felipe González, de Carlos V o de Calderón, si no conseguimos que salga de los círculos de eruditos y especialistas, de ninguna manera se puede hablar de recuperación para la actual sociedad española, para esa memoria social o colectiva de que hablábamos[19].

 Para empezar, y aunque no se logre con ello penetrar en la invisible, pero resistente conciencia social, el exilio aún considerado ya como objeto de estudio, no ha sido tenido en cuenta en los contenidos de los programas de historia, de filosofía, de literatura, historia del arte, incluso en las referencias posibles de la historia de la ciencia. En resumen en los contenidos de la tan aclamada LOGSE. Y aún cuando entraran ―dos, tres párrafos― en el siglo XX ¿cómo inculcar su importancia, su significado, en estos alumnos, los hombres y mujeres del siglo XXI, tan desinteresados por las llamadas humanidades? ...y por el resto de saberes, como estamos comprobando.

 Y si de la hasta ahora llamada enseñanza secundaria pasamos a los estudios universitarios ¿qué disciplinas, que maestros, que estudiantes –aquí y ahora- pueden dar cuenta de esta historia tan reciente y tan desconocida?. Mal que nos pese a Max Aub le conocen mejor en el Alto Palancia que en la universidad de Valencia. Pero si hablamos de Juan Negrín e incluso de Azaña sólo algunos iniciados podrán dar noticia somera de su obra cultural y política...

 Con todo, esto no es lo mas grave. El exilio en sí puede ser abordado y lo es desde estos paradigmas, hay historiadores que lo han hecho objeto preferente de sus investigaciones[20] pero el nudo de la cuestión, lo preocupante a mi juicio es ¿Tiene para políticos e historiadores oficialistas la misma consideración que el centenario del emperador o de su hijo. ¿Es lo mismo recordar/recobrar a Calderón que a J. R. Morales, Luís Seoane, Enrique de Rivas, Margarita Xirgú, Eduardo Blanco-Amor, Vicente Lloréns, Rafael Méndez o Remedios Varo...?

 Quiero terminar con una referencia a Manuel Sánchez Montalbán y otros escritores, como él preocupados por la memoria y la desmemoria de nuestro pasado reciente: Haro Tecglen, Muñoz Molina, Vidal-Beneyto, Eduardo Subirats, Javier Marías, Juan Cruz, Javier Pradera, Goytisolo...Fue un ejemplo de concisión y severidad el análisis de Vázquez Montalbán en la clausura de los congresos del exilio, en el castillo de Colliure. Espero que lo escriba pronto. Para lo que trato de decir me puedo valer del artículo de Muñoz Molina “La historia y el olvido” del que también transcribo unos fragmentos interesantes e ilustrativos:

Los intelectuales, la gente que escribe libros y opina en los periódicos, no suele interesarse mucho por lo que ocurre en las escuelas. Si lo hubieran hecho, habrían observado a lo largo de esa década (los ochenta), que las tentativas de abolición política y estética del pasado se correspondían con el lento descrédito escolar  de los saberes de la memoria, es decir, las Humanidades...Circulaba ya la especie, difundida por la secta poderosa de los pedagogos, de que todo aprendizaje  debía prescindir de la memoria y basarse en la experiencia directa. En pedagogía, esa ciencia de éxito sólo comparable al de la “ufología” y la “astrología”, el adjetivo “memorístico” se volvió  tan insultante como “costumbrista” en literatura...En los principios pedagógicos triunfantes en las últimas décadas está ímplicita la negación de los saberes históricos y geográficos...Lo que hizo el régimen de Franco con la historia de España no fue imponerla tiránicamente, sino tergiversarla y abolirla, usurparla igual que usurparon el nombre del país. Desde l939 se decretó no sólo la amnesia acerca de lo que habían sido la República y la guerra, sino también la falsificación de todo el pasado anterior...(y yo añadiría el posterior)... [21]

Y es que preocupados y preocupaciones hay pero ¿Sería mucho pedir que los responsables de la política educativa española incluyeran este sujeto histórico en sus reformados y reformables    planes de estudio?

 

 



[1] N. Catelli, El espacio autobiográfico, Barcelona, Lumen, 1991.

[2] Citado por J. Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, 4 vols., Barcelona, Círculo de lectores, 3, p. 2l76. Voz Memoria

[3] J. Ferrater Mora, Diccionario de filosofía, 3, p.2176

[4] Mª B. Ramos, C. Viesca Treviño, “La guerra civil en el inconsciente del exiliado. Una visión psiquiátrica y fenomenológica”. El exilio valenciano en América. Obra y memoria. A. Girona, Mª F. Mancebo, eds. Valencia, Instituto de cultura Juan Gil Albert, Universitat de València, 1995, pp. 181-193, cita, p.186.

[5] J. Cuesta , “De la memoria a la historia”, Entre el pasado y el presente. Historia y memoria, A. Alted (coord.) , Madrid, UNED, pp.55-89  . Especialmente su bibliografía y las obras de G. Namer, Mémoire et société. Paris, L´Harmattan, 1987. Sobre la oralidad y la escritura, E. Lledó, El surco del tiempo, Barcelona, Crítica 1992.

[6]Mª B. Ramos, C. Viesca, “La guerra civil....”, p. 187

[7] J. Mª Naharro Calderón, “En el balcón vacío de la memoria y la memoria de En el balcón vacío”, Archivos de la Filmoteca, nº 33 (l999), 151-161, cita en p. 152.

[8] Publicados con el nombre, Tiempo de llorar, México, Ediciones del Equilibrista, 1988 y completados con Mª Luisa Elío, Cuaderno de Apuntes, CONACULTA y Ediciones del Equilibrista, México, l995. Véase también sobre la génesis de la película, Ch. Alonso, “Una mirada hacia lo perdido: En el balcón vacio”, Archivos...pp.141-149.

[9] Mª Luisa Elío, Cuaderno de Apuntes, p.31

[10] E. Sabato, Antes del fin, Seix Barral, Barcelona, 1999.                                                                

[11] Mª L. Elío, Cuaderno de Apuntes, p. 35.

[12] A. Sánchez Vázquez, “Fin del exilio y exilio sin fin”, Del exilio en México. Recuerdos y reflexiones, México, Grijalbo, 1997, pp. 35-38; 177-178

[13] S. Juliá, “Malestar con la historia”, 1. El País, 16-XI-1997.

[14] Meritoria es la labor que esta realizando la universidad Rovira y Virgili, con ayuda de los afectados. Conversación con Carmen Calvo, Colliure, 18-XII-1999. Véanse los trabajos de Josep Mª Solé y Sabaté.

[15] L. Casali, “Il fascismo spagnolo”, Per una definizione della dittatura franchista, pp. 7-37. Una revisión reciente de F. Traniello “Historiografía italiana e interpretaciones del fascismo”, Ayer, n.º 36 (1999), pp. 177-200. No alude al problema que aquí se trata. I. Saz “El primer franquismo”, Ayer, n.º 36 (1999), pp. 201-221, califica en definitiva al franquismo- el primer franquismo- como régimen fascistizado por excelencia. I. Saz tiene en cuenta a Casali, aunque solo le atribuye la aportación de situar “las raices del fascismo español en la Iglesia católica”, (nota 10) p. 205.

[16] Para una bibliografía reciente Actas del congreso L’exili cultural 1939 seixanta anys després, Mª F. Mancebo, C. Alonso, M. Baldó, (eds.) en prensa.

[17] M. Aznar Soler, “Sesenta años después”, El País, 31-XII-1999.

[18] J. A. Piqueras, “El segundo destierro del exilio cultural”, El País, 24-XII-1999. Algo anterior,  S. Juliá, “Rastros del pasado”, El País digital, 25-VII-1999.

[19] Sobre la creación o destrucción de la memoria colectiva, VVAA, Las palabras de la tribu: escritura y habla, Madrid, Cátedra y Ministerio de Cultura, 1993. J.L. Borges, Borges oral, Madrid, Alianza, 1998. VVAA, El orden de la memoria. El tiempo como imaginario, Barcelona-Buenos Aires, Paidós, 1991. VVAA, El olvido está lleno de memoria, Madrid, Visor, 1995. F. M. Gimeno Blay.  Quemar libros... ¡ Qué extraño placer !, Eutopía, 2ª época, Valencia 1995, vol. 104, especialmente III. 1 “Destrucción de la memoria”.

[20] A. Alted, B. Bermejo, S. Cabeza, S. Cortés, P. Domínguez, Mª. F. Mancebo, M. Peset, J. Planes...

[21]  A. Muñoz Molina, “La historia y el olvido”, El País, 9-XI-1997. Una primera versión de estas páginas fue presentada al congreso de la asociación de historia contemporánea, Valencia, mayo 2000.