René DESCARTES: Discours de la méthode (traducción de Eduardo Bello Reguera: Discurso del método , Ed. Tecnos, Madrid, 1987, páginas 33/34.)
«Y, entre varias opiniones igualmente aceptadas, no elegía sino las más moderadas, no sólo porque son siempre las más cómodas en la práctica y probablemente las mejores, pues todo exceso es habitualmente pernicioso, sino también con el fin de alejarme menos del verdadero camino en caso de equivocación que si, habiendo elegido una de las opiniones extremas, hubiera sido la otra la que tendría que haber seguido. Consideraba, particularmente, como un exceso toda promesa por la cual uno se cercena algo de la propia libertad. No quiero decir que desaprobara las leyes que, para remediar la inconstancia de los espíritus débiles o para consolidar la seguridad del comercio, permiten que uno haga votos o contratos que obligan a perseverar en ellos, tanto cuando se tiene un buen propósito como cuando éste no es sino indiferente; pero, como no veía cosa alguna en el mundo que permaneciera siempre en el mismo estado y como, en lo que me concierne, me prometía perfeccionar cada vez más mis juicios y no empeorarlos, hubiera pensado que cometía una gran falta contra el buen sentido si, por el hecho de haber aprobado entonces alguna opinión, me hubiera obligado también a tener que aceptarla posteriormente como buena, cuando tal vez hubiera dejado de serlo o yo hubiera dejado de estimarla como tal.
Mi segunda máxima consistía en ser lo más firme y lo más decidido que pudiera en mis acciones, y en seguir con no menos firmeza las opiniones más dudosas, una vez determinado a ello, que si hubieran sido muy seguras. Imitaba en esto a los viajeros que, extraviados en algún bosque, no deben vagar dando vueltas, de un lado a otro, ni mucho menos detenerse en un lugar, sino caminar siempre lo más directamente que puedan hacia el mismo punto, sin sustituirlo por razones nimias, aunque en un principio tal vez haya sido el azar solamente lo que les ha determinado a elegirlo; pues, de este modo, si no llegan precisamente allí donde desean, acabarán llegando al menos a algún lugar en el que probablamente estarán mejor que en medio del bosque. Así también, dado que las acciones de la vida frecuentemente no admiten ningún aplazamiento, es una verdad muy cierta que, cuando no está a nuestro alcance discernir las opiniones más verdaderas, debemos seguir las más probables, asimismo, aunque no observemos mayor probabilidad en unas que en otras, debemos, sin embargo, decidirnos por algunas y considerarlas después, en tanto que referidas a la práctica, no ya como dudosas, sino como muy verdaderas y ciertas, porque tal es la razón que nos ha determinado a ello.»
Descartes confiesa seguir una moral provisoie. El filósofo francés pretende crear una gran ética, pero antes manifiesta que se ha de guiar por una moral provisional. Esta moral provisional, de la que vemos aquí parte de la máxima primera y de la máxima segunda, es una muestra del pragmatismo de la ascendente clase burguesa, que irá poco a poco socavando los cimientos del Antiguo Regimen en Europa. Se parece a lo que la sabiduría popular reconoce en el refrán «allí donde fueres, haz lo que vieres».
NOTA- Para ver un comentario relacionando refranes y expresiones populares con textos y autores de la historia del pensamiento remitimos a una revista de Filosofía: LA CAVERNA DE PLATON (revista de filosofía del IES Octavio Paz).
Julián Jesús Martínez López . Prof. de Enseñanza Secundaria (Proyecto Clío)