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A mediados de 1939 arribaron a
México los refugiados españoles. Se ha
dicho, y con justa razón, que dicha emigración se integró de profesores,
intelectuales y científicos, es decir, la elite del exilio. Sobre el particular existen varios trabajos
dedicados a exaltar la obra y contribución de tan destacado sector. Habría que señalar que gran parte de estos
trabajos han sido realizados por los propios españoles y sus descendientes.
El presente artículo busca elaborar
un perfil de los científicos españoles y tratar de conocer como había sido su
capacitación y preparación para desarrollar tan exitosamente sus diversas
profesiones en España. Así pues, se
intenta conocer quiénes eran y sus características al llegar a México; Todo ello con el fin de entender su
desarrollo en nuestro país.
El espíritu de la Reforma Educativa
inspirado por la Institución Libre de Enseñanza, fermentó en España un cambio desde
inicios del siglo XX. La creación de
diversos recintos académicos dio origen al desarrollo educativo en este siglo. Uno de ellos fue la Residencia de
Estudiantes de Madrid, que ofreció alojamiento a estudiantes universitarios
españoles y extranjeros. Pronto se
convirtió en un centro de intercambio intelectual. En este lugar, el poeta andaluz Federico García Lorca,
intercambiaba ideas con el pintor surrealista catalán Salvador Dalí y el
principiante director de cine aragonés, Luis Buñuel.
Por otro lado, con el apoyo estatal
y como una alternativa nueva a los centros educativos de órdenes religiosas, se
establecieron los Institutos Escuela en Madrid, Valencia y Barcelona, que
alentaron la camaradería y el sentimiento de misión entre sus graduados.
Asimismo, Santiago Ramón y
Cajal y Francisco Giner de los Ríos en 1907, convencidos de la necesidad de que
los españoles salieran al extranjero a estudiar, fundaron la Junta para la
Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. En el renacimiento
intelectual, español, dicha institución jugó un papel muy importante:
Centenares de jóvenes españoles eran enviados a
Alemania, Inglaterra, Francia, Suiza y Holanda principalmente con el fin de que
viesen y aprendiesen cómo se hacía ciencia en esos países europeos, tratando de
que al regresar a España pudieran iniciar investigaciones originales en
cátedras universitarias o en laboratorios específicos cuya creación y sobrio
pero eficaz mantenimiento garantizaba la Junta.[1]
La Junta para la Ampliación de Estudios era de carácter oficial y su apoyo consistió en otorgar cantidades mensuales a los becarios. Gracias a este organismo, en los años 20 existió un número considerable de eruditos en las cátedras universitarias. Como botones de muestra: Unamuno era rector de la Universidad de Salamanca; en Madrid, Ortega era catedrático de filosofía; Menéndez Pidal de filología; Américo Castro de historia de la lengua española y Claudio Sánchez Albornóz de Historia de España. En Barcelona Pere Bosch Gimpera ostentaba la cátedra de historia clásica.
Por otro lado, una nueva generación
de escritores, educadores y artistas, alcanzó la fama en occidente: los
novelistas Ramón del Valle Inclán y Vicente Blasco Ibañez, los historiadores
Rafael Altamira y Ramón Menéndez Pidal, los pintores impresionistas Joaquín
Sorolla e Ignacio Zuloaga, los cubistas Pablo Picasso y Juan Gris y los
compositores Enrique Granados y Manuel de Falla.
A escasos 30 años de vida de la
Junta, comenzaba a cuajar en España la aparición de un nuevo siglo de oro del
pensamiento y de la creación intelectual.
En 1936 -dice Francisco Giral González- con el inicio de la guerra civil se nubló
ese alborear tan prometedor y causó el ocaso definitivo de aquella aurora de
esperanza.[2] Pronto los
diversos centros académicos y educativos, fueron derrumbados por causa de la
guerra o bien, los edificios fueron confiscados por las tropas nacionalistas. Bajo
estas condiciones, de pronto se interrumpió toda labor de investigación,
estudio y docencia.
Desde el inicio de la guerra civil
en 1936, el gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas se solidarizó con el
gobierno republicano. Pero fue a Daniel Cosío Villegas -encargado de negocios en Portugal-, a quien antes que a nadie, se le ocurrió la
idea de que México debía acoger a científicos e intelectuales españoles, para
que continuaran sus actividades, mientras la República Española luchaba contra
el fascismo y se decidía el futuro de España y en previsión de que la República
fuese derrotada, dice la doctora Clara Lida.[3]
El Plan de Cosío Villegas consistió en:
Invitar a cinco o diez de los más eminentes españoles
que como consecuencia del triunfo militar no podrán hacer por muchos años su
vida en España. Sugiero algunos nombres: Fernando de los
Ríos, Embajador en Washington; Claudio Sánchez Albornoz historiador
distinguidísimo, Embajador en Portugal; Enrique Diez-Canedo, literato, crítico
de arte, Embajador en Argentina; Luis de Zulueta, distinguídisimo pedagogo,
Embajador ante el Vaticano; Gregorio Marañón distinguidísimo médico, sin puesto
público pero simpatizante de Madrid; el doctor Teófilo Hernando
Al mismo tiempo, adquiriríamos diez hombres de primera
línea que nos ayudarían a levantar el nivel de nuestra cultura, tan decaído de
hace tantos años.[4]
Cosío Villegas fue comisionado por
Cárdenas a Valencia y entre enero y julio de 1937, elaboró listas de posibles
invitados con base en informes pedidos al Instituto de Cooperación Intelectual
de París y a la Junta de Cultura Española creada por la República. Ambas
organizaciones se dedicaban en esos momentos a ayudar a los intelectuales en
problemas a consecuencia de la guerra.
La llegada de los refugiados
científicos a México, se llevó a cabo en dos etapas. La primera en 1938, con
la creación de la Casa de España en México, para que sirva de centro de
reunión y de trabajo -por un plazo
mínimo de un año, susceptible de prorrogarse por un tiempo mayor- a los hasta ahora invitados, a otros a
quienes más tarde se invite y a tres españoles ya residentes en México: el
doctor Luis Recaséns Siches, profesor de la Facultad de Derecho de Madrid y los
escritores José Moreno Villa y León Felipe Camino.[5]
La labor intelectual de los maestros españoles
acogidos en La Casa de España, fue muy grande desde un principio. En
unos cuantos meses, gracias a su actividad incesante en la cátedra
universitaria, tanto en la Universidad Nacional Autónoma de México, como en el Instituto
Politécnico Nacional, en las conferencias, cursillos ofrecidos en diversas
universidades de provincia, en la publicación de libros, a las relaciones entre
los maestros españoles y los discípulos mexicanos, el panorama cultural de
México se vio sacudido, enriquecido con aires renovadores que provocaron un
gran entusiasmo en muchos mexicanos.
La filosofía, historia, literatura, artes plásticas,
medicina, física, química y tantas disciplinas más, recibieron de pronto una
inyección de energía revitalizadora que las puso en contacto con lo más nuevo,
lo más al día del conocimiento europeo reelaborado en español durante años en
la España de la Restauración y de la República. Todo el ruido hecho por y
a propósito de los maestros republicanos, no pudo menos que condicionar la
imagen que en México se iba formando de los refugiados españoles como un exilio
de intelectuales, fundamentalmente.[6]
Pero los que fueron invitados a la
Casa de España, representaron sólo un pequeño porcentaje de los intelectuales
españoles que habrían de llegar a México.
Con la derrota de los republicanos
españoles a fines de enero de 1939, el desplazamiento de refugiados con
dirección a Francia fue inevitable. Así pues, fue evidente que los primeros
huéspedes se quedarían por tiempo indefinido en nuestro país y hubo que pensar
en ampliar la cobertura de La Casa. La
caída de la República, obligaba a aumentar las formas y los procedimientos de
la protección a los refugiados científicos.
Las funciones de La Casa se ampliaron. Ahora era necesario localizar a la persona invitada, hacerle
llegar los fondos necesarios para su traslado a México junto con sus familias y
encontrarle un sitio para integrarlos a la vida productiva de México. Hubo que recurrir a la Unión de Profesores
Universitarios en el Extranjero[7],
creada a pocos meses de concluir la guerra como dice el doctor Francisco Giral:
se había constituido en París en el mismo treinta y
nueve al salir de aquí una Unión de Profesores Universitarios Españoles en el
Extranjero (UPUEE),
Es don Gustavo Pitaluga, profesor de medicina, el que la
funda y la preside
y Alfredo Mendizabal como secretario.[8]
Asimismo, el distinguido médico
chihuahuense Salvador Zubirán fue comisionado por Cárdenas, para entrevistarse
en París con intelectuales españoles, con el objeto de que hiciera una
selección de los científicos concentrados en campos provisionales franceses. El mismo doctor Giral, nos dice al respecto:
yo tuve la primera noticia del doctor Zubirán y
México, dentro del campo de Argelés
el general Cárdenas lo había designado
para que empezase a seleccionar intelectuales y universitarios españoles. Yo supe del doctor Zubirán estando en Argelés, mientras nos daban
sablazos, los senegaleses
y supe de México
que admitía a todos los intelectuales
y yo buscaba salir. Por eso en cuanto
mi padre vino a buscarme a Carcasonna, lo primero que dije: Sí vámonos a
París, porque hay que hablar con ese señor, la primera entrevista con el
primer mexicano, así de categoría, la tuve en un hotelito cerca del Arco de la
Estrella, donde estaba el doctor Zubirán,
yo le dije: Hombre, pues yo vengo
con una formación alemana, de productos naturales, de estudiar estructuras, y
de vitaminas, que estaban de moda entonces.
Y claro se entusiasmó y dijo: Bueno usted se va a quedar en México. Pero yo salí de Francia sin una colocación
segura.[9]
A esta labor de selección, habría
que añadir la política de previsión del régimen cardenista como lo aseguró el
general Antolín Piña Soria: el propósito de prever hacer una selección de
republicanos concentrados en campos franceses, constituirá la mejor inmigración
para México. Los refugiados españoles
compaginaran sus actividades de acuerdo con las necesidades de nuestro
desenvolvimiento económico y social. Para
ello Cárdenas designó al Licenciado Narciso Bassols, ministro en Francia, de
hacer una selección cuidadosa, desentendiéndose en lo absoluto de filiación y
banderías políticas y sociales de los elementos inmigrados a México y para el
efecto se ha seguido esta norma de conducta en la selección: 60% de
agricultores; 30% de técnicos y obreros calificados y 10 por ciento de
intelectuales porcentaje más que suficiente para acoger a los grandes valores
científicos que en este aspecto arroja España de su suelo.[10]
Con la llegada masiva de españoles,
tuvo lugar la segunda etapa de científicos refugiados, es decir, la que
llegaría a nuestro país en junio de 1939.
La emigración de republicanos
españoles a México se caracterizó porque fue un proceso organizado, en el que
intervinieron dos organismos de ayuda creados por el gobierno republicano en el
exilio[11]
y que se dedicaron a evacuar a los exiliados concentrados en campos
improvisados al sur de Francia. Ambos
desempeñaron un papel muy importante en los primeros años de la emigración.
Aproximadamente a mediados de marzo
fue creado por Juan Negrín, el Servicio de Evacuación a los Republicanos
Españoles (SERE); el otro fue la Junta de Ayuda a los Republicanos Españoles
(JARE) establecido a finales de julio del mismo año y fue dirigida por el ex -
ministro socialista Indalecio Prieto.
Como representación del SERE, en
México se estableció el Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles
(CTARE)[12],
que sería el organismo encargado de recibir, alojar y distribuir a los
refugiados.[13]
En México se dispone de información
de casi dos terceras partes de exiliados que acudieron a ambas instituciones. Con esta información es posible elaborar un
perfil preciso de la composición del exilio, pero en esta ocasión se hará
referencia sólo a los científicos del exilio español.
¿Quiénes fueron los científicos españoles?
Para este trabajo se consideraron
científicos aquellos dedicados a las siguientes disciplinas: medicina,
ingeniería, farmacéutica, arquitectura, química, ciencias exactas y ciencias
naturales. (véase anexo 1)
En primer lugar habría que decir que
en el archivo del CTARE, se localizaron 325 científicos refugiados.[14]
Esta cifra constituye el 6% de los refugiados con expediente abierto. (véase
cuadro 1)
Los médicos fueron el grupo más
numeroso con un 43% (141).[15]
Los facultativos españoles en su mayoría no traían consigo los títulos, ni
documentos que acreditaran su profesión y al llegar a México en 1939 tuvieron
que enfrentar un serio problema: la legalización del ejercicio profesional en
nuestro país. Fue entonces como surgió
el Ateneo Ramón y Cajal.[16]
La función de esta institución consistió en que previo examen minucioso en cada
caso- expedía certificados que reemplazaban el título profesional revalidado
por autoridades mexicanas, permitiendo así el ejercicio legal de médicos
españoles. José Cueli, afirma que los
médicos republicanos equivalían en número a la décima parte del cuerpo médico
mexicano.[17]
Los médicos del Ateneo Ramón y Cajal
trabajaron en diversos puntos de la República, como Tamaulipas, Chihuahua,
Coahuila, Hidalgo, Nuevo León, Veracruz, Yucatán, Jalisco y México.
Además de ejercer su profesión,
dictaron conferencias, escribieron libros, colaboraron en revistas de medicina
y tradujeron al español, libros de otros idiomas.
Numéricamente, siguieron los
ingenieros con 27% (83). De ellos diez
eran agrónomos. José Luis de la Loma,
que fue uno de ellos explica: Desgraciadamente éramos pocos porque mi
profesión era de gente rica [debido a que] el que no era de Madrid, tenía que vivir
en Madrid los seis años
La mayoría eran hijos de agricultores, de grandes
agricultores, de grandes terratenientes y por lo tanto era gente, pues de
derechas ¿no?.
Pero al parecer las cosas fueron muy
difíciles para los que eran de izquierda, y no sólo agrónomos: (
) los
ingenieros agrónomos, como los demás ingenieros de España, formaban un cuerpo
oficial, y era un escalafón en que se situaba uno por orden de salida de la
escuela. Yo fui el cuarto de mi
promoción y tardé hasta el año 29 en que me llegara el turno de ingresar al
gobierno, porque ingresaba uno cuando había una vacante,
en la época de Franco
a nosotros, los ingenieros agrónomos, nos borraron del escalafón como si no
existiéramos. Vinimos diez ingenieros
agrónomos a México y a todos nos borraron del escalafón, como a otros los
borraron del registro civil.[18]
Los siguientes grupos de importancia
numérica fueron los farmacéuticos 9% (29), arquitectos y químicos 6% (19)
respectivamente, ciencias exactas 5% (16), ciencias naturales 4% (12).
Los científicos españoles se
conformaban de 308 hombres, es decir, 95%, y 5% correspondió a tan solo 17
mujeres. Sin duda alguna la escasa
presencia de mujeres preparadas para ejercer una profesión, se debió a la
tradicional desigualdad de derechos entre mujeres y hombres. En España durante el periodo republicano, se
intenta modificar esta situación: se implantó una coeducación en las escuelas,
un conjunto de reformas educativas que favoreciera a la mujer, el derecho al
voto, se promulgó la ley del divorcio y se eliminaron algunas discriminaciones
laborales genéricas. Con todo Pilar
Domínguez dice: que en este periodo el 14% de las mujeres potencialmente
activas, trabajaban sólo fuera de su casa, y que la mayoría seguían
desarrollando su actividad en el hogar sin remuneración.[19]
La mayoría de estos científicos eran
gente joven, el 62% (201) eran hombres y mujeres en edades de los 26 a los 40
años; el restante 34% (112) correspondió sólo a hombres de entre los 41 y 80
años.
En cuanto a su estado civil, el número
más alto lo ocupan los hombres y mujeres casados, 67%, un 24% fueron solteros y
sólo un 2% de viudos. Muchos fueron
originarios de Castilla la Nueva el 19%, seguido por un considerable 13% de
catalanes, un 7% de vascos y un 6% de gallegos. Del 84% de los científicos que declararon su lugar de residencia
al estallar la guerra civil, la totalidad se localizó en Castilla la Nueva, es
decir en Madrid, con un 36%, en Barcelona el 16%, un 6% en diversas ciudades
andaluzas y en Valencia, respectivamente y un 5% del País Vasco.
En vista de que se hace referencia a
un grupo muy capacitado profesionalmente, no es de sorprenderse que conozcan
varios idiomas. El 77% informaron
que además del castellano-
conocían el francés, el alemán, el inglés, el italiano o el portugués. En cambio eran poco religiosos. De un 62% que declararon acerca de su
creencia, 35% informaron no profesar ninguna 17% afirmaron ser católicos y 5%
bautizados; el4% se dijeron israelitas, libre pensador, cristiana, protestante.
Lamentablemente un alto porcentaje,
el 68% no informaron acerca de su filiación política y/o sindical. Del 32 restante, sabemos que 16 militaron en
partidos republicanos (Izquierda Republicana 2, Acción Republicana 3, Partido
Radical Socialista 6 y 3 a Unión Republicana); socialistas 5 (Partido
Socialista) y comunistas (Partido Socialista Unificado de Cataluña 2, es decir,
que básicamente su postura fue moderada; otros dijeron ser republicanos sin
partido y no faltaron los que se afirmaron sin antecedentes políticos y sindicales,
7. Su moderación se confirma con su
preferencia sindical: 17% estaban afiliados a la Unión General de Trabajadores
y sólo un 1% a la Confederación Nacional de Trabajadores. Por último habría que decir que 5 dijeron
pertenecer a la Federación Universitaria de Estudiantes.
En cuanto a su participación en la
lucha armada, sabemos que 28% se incorporó al ejército en 1936, 8% en 937, 6%
en 1938, 1.5% en 1939; un 3% de ellos eran militares profesionales. Mayoritariamente tuvieron grados en el
ejército: 16% (58) fueron capitanes, 11% (40) tenientes, 5% (19) comandantes,
3% (10) mayores un 1% (4) de comisarios y coroneles respectivamente. Un 8% fueron heridos durante la guerra y 29%
informaron haber perdido familiares durante la misma.
El 37% ocuparon diversos cargos
civiles durante la guerra. En el caso
de los hombres, fueron concejales de ayuntamiento, diputados, delegados,
alcaldes, cónsules, inspectores. Las
mujeres, fungieron como encargadas de farmacia, responsables de colonias de
niños, funcionarias o doctoras en escuelas de guerra.
Del 70% de los científicos que
declararon su fecha de salida de España, el 62% lo hicieron con la emigración
masiva en 1939, un 3% en 1938 y el 5% restante entre 1936 y 1937. Los lugares por donde abandonaron la Península,
fueron principalmente: La Junquera 28% y Port-Bou 7%, un 5% por Prats de Mollo
y un 2% por Valencia.
Al huir de España, sólo el 21%
fueron concentrados en campos improvisados al sur de Francia, como Argelés,
Saint Cyprien, Prats de Mollo y Barcarés.
Hubo campos especiales para mujeres, niños, heridos, mutilados e
inválidos de guerra y para algunos grupos selectos. Javier Rubio dice que en Montolieu (Aude) se albergó a
intelectuales, a los que se quería dar un mejor trato,[20]
el 43% restante, informó que estuvo en varias ciudades francesas, como París,
Perpigñan, Toulouse, Biarritz, Burdeos, Carcasonna, Marsella, entre otras.
El que la mayoría no hubieran sido
alojados en los mencionados campos franceses, afirmaron haber sido muy bien
tratados el 25% y sólo el 16% recibieron malos tratos, regular,
indiferente o deficiente el 6% y un 7% tuvieron un trato pésimo.
Aunque sólo el 49% de los
científicos declararon ayuda del SERE, todos se beneficiaron de este organismo. Este apoyo consistió en el financiamiento
del transporte o de un subsidio que la mayor parte de las veces fue de 500
francos, hasta casos excepcionales de 27,000.
Un 12% (42) disfrutaron de ayuda de otras instituciones como del Comité
Israelita de París, Comité Británico, Cuáqueros, Comité Socialista de Suecia. Igualmente de partidos republicanos como
Unión Republicana e Izquierda Republicana.
Otros disfrutaron del auxilio particular, de familiares, amigos y
algunos contaban con recursos propios.
El 47% llegó a México a través del
SERE. Probablemente dicha institución
privilegió a los científicos, ya que entre el vapor Flandre que arribó a Veracruz a fines de mayo y la primera
expedición masiva, que fue la del Sinaia
vino el 32% (110); un 16% en el Mexique
y un 10% en el Ipanema; el 6% (23) en
el Statentam y el 3% (12) en el De Grasse fundamentalmente; el 39%
restante, arribó a nuestro país en diversos barcos.
Los científicos salieron al exilio
con familiares. 171 o sea un 52% fueron
cabezas de familia acompañados de su esposa y con hijos que podían ser de uno
a seis. En otros casos además de estos familiares- llegaron con sus padres, abuelos, tíos,
primos, madre y/o padre político y hermano y/o hermana política, que suman 422
(130%) más de personas vinculadas familiarmente a los científicos. Según parece aproximadamente el 25% (188)
fueron menores de 15 años. A ello hay
que añadir el 48% (155) de hombres y mujeres que llegaron solos o que fueron
cabezas de familia que no registraron a sus familiares. En total, 747 individuos llegaron a México.
Los dos últimos datos que
registraron los refugiados se refirieron a su llegada a México y que son:
domicilio y lugar de trabajo. En el
primer caso, del 98% que declararon su lugar de residencia en nuestro país, 93%
se establecieron en la ciudad de México, un 2% fueron enviados a Chihuahua y el
3% restante se distribuyeron en otros estados de la República.
Del 86% que informaron sobre su
lugar de trabajo, el 43% laboraron en diversas empresas creadas para los
refugiados, como fueron los centros educativos: Academia Hispano-Mexicana,
Instituto Luis Vives, Instituto Ruíz de Alarcón. La Casa de España que como se dijo anteriormente, fue fundada
específicamente para intelectuales y científicos españoles. Los laboratorios IQFASA, FIASA, Talleres
UNAMEXCO y Vulcano y hasta en el propio CTARE.
Un 20% colaboraron en diversas instituciones oficiales mexicanas como el
Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Nacional Autónoma de México,
Secretaría de Educación Pública, en Hospitales de la Secretaría de Salubridad,
la Escuela Nacional de Agricultura y sólo un 10% último en clínicas
particulares, laboratorios y otros sitios.
Ha quedado de manifiesto que los
científicos españoles a unos meses de iniciada la guerra civil, se agruparon en
diversas instituciones dedicadas a proporcionarles ayuda en tan lamentables
circunstancias, como fueron el
Instituto de Cooperación Intelectual de París y la Junta de Cultura
Española y posteriormente al concluir la guerra, en la Unión de Profesores
Universitarios Españoles en el Extranjero.
El proceso de emigración de los
refugiados se caracterizó por constituir un proceso organizado, en el que
intervinieron instituciones creadas por el gobierno republicano. En esta etapa hubo una selección de
españoles del que un 6% correspondió a refugiados científicos. El grupo se integró principalmente por
individuos del sexo masculino que comprendió edades de entre los 30 a 60 años,
casados casi en su totalidad y originarios de las principales capitales
españolas, por lo tanto, el grupo constituyó una migración urbana.
Los científicos españoles
provinieron de ocupaciones y profesiones liberales y en nuestro país, se
integraron al sector terciario de la economía nacional. Cabe señalar que los médicos e
ingenieros -que por cierto fueron los
más numerosos- tuvieron diversas
especializaciones. Además, buen numero
de científicos, conocían diversos idiomas.
Militaron en partidos republicanos, por lo que su postura política fue
moderada, lo que se confirma con su afinidad a la Unión General de Trabajadores. Los que participaron en la lucha armada,
tuvieron grados de alta significación, probablemente debido a su preparación
profesional; lo mismo sucedió con los que ocuparon cargos civiles.
Si bien es cierto que el régimen
cardenista se solidarizó con la República desde el inicio de la guerra civil, y
que uno de sus propósitos fue el rescate de científicos españoles, primero de
la guerra y luego de los improvisados campos franceses, este objetivo se
cumplió con el envío de comisionados mexicanos, ya que el 32% de ellos había
llegado a mediados de junio de 1939.
Casi la mitad de científicos acudió
al auxilio del SERE y otro tanto, a ayudas institucionales o propias. Otra característica de la emigración
republicana fue que se constituyó por familias, y las de los científicos fueron
numerosas en ciertos casos.
Los científicos se concentraron
principalmente en la ciudad de México, por lo que se incorporaron a empresas
creadas para los propios exiliados y a instituciones oficiales mexicanas, continuando
sus actividades de investigación, académicas y docentes.
Es indudable que mientras para
España la emigración republicana significó en términos cualitativos una sangría
notable -en la medida que constituyó la
pérdida de individuos de una alta calificación profesional- en el caso de México, el peso específico de
estos científicos a lo largo de la historia nacional ha sido de particular
importancia.
Azorín
Izquierdo, Francisco
Benito
Palacios, Mariano
Benlliure López de Arana, José Luis
Botella Pastor,
Ovidio
Candela
Outeriño, Félix
Caridad Mateo,
José
Fernández
Balbuena, Roberto
González-Quintanilla
Larriñaga, Patricio
Jara Ramón,
Cayetano de la
Jara Ramón,
Julio José
Just Jimeno,
Alfredo
Larrosa
Domingo, Juan
López
Pérez-Grueso, Ricardo
Marco García,
Venancio
Marti Martín,
Jesús
Robles Piquer,
Eduardo
Rodríguez
Orgáz, Mariano
Sáenz de la
Calzada, Arturo
Samperio
Jauregui, Domingo José
Bolivar,
Ignacio
Bolivar
Pieltáin, Cándido
Bonet Marco,
Federico
Buen Lozano,
Fernando de
Castañeda
Agullo, Manuel
Gutiérrez
Mantilla, Fernando
Martín
Echeverría, Leonardo
Miranda
González, Faustino
Rioja
Lo-Bianco, Enrique
Seijo Alonso,
Joaquín
Sáenz de la
Calzada, Carlos
Velo Cobelas,
Carlos
Albornoz y
Salas, Alvaro de
Alvarez
Alvarez, Ramiro
Alvarez Díaz,
Eugenio
Alvarez Ugena y
Sánchez Tembleque, Manuel
Arévalo Massa,
Luis Fernando
Arnal Rojas,
Manuel
Arriola Ortega,
Armando
Azcárate
Flores, Aparicio
Bartolomé
Rodríguez, Cayo
Barrio Duque,
Moisés
Bueno Ferrer,
Antonio
Cañas
López-Ortega, Angel
Castillo Bravo,
Enrique del
Carreres Palet,
Juan
Carretero y Jiménez,
Anselmo
Carretero y
Nieva, Luis
Dalmau y
Montesinos, Nicolás Ma.
Díaz Mata
Pinilla, Manuel
Díaz Torre,
Aurelio
Diz Flores,
Pablo
Domínguez Mari,
Eloy
Dorronsoro
Dorronsoro, José Ma.
Dueso Landaida,
Julio
Duran Cerda,
Francisco
Escobar
Benavente, Juan Valentín
Faraudo
Puigdollers, Enrique
Fernández
Lerena, José
Fernández
Arévalo, Luis
Ferry Linder, Francisco
Galarraga Acha,
Benito
Gaos Berea,
Félix
García Gómez,
Carlos
Gaos y
González-Pola, Carlos
García Salcedo,
Rómulo
Gilabert
Pascual, Eduardo
Goiri García,
Manuel
Gómez Zapatero,
Antonio
González
Fernández, Teodoro
Iglesias
Fernández, Manuel
Jiménez García,
Carlos
Lara Carrillo
de Albornoz Enrique
Larracoechea
González, Lorenzo
Lillo Castedo,
José
Lillo Sanz,
José Antonio
Loma y Oteyza,
José Luis de la
López López,
Ricardo
Lorito Furló,
Angel
Madinaveitia
Jungerson, Miguel
Mahou Olmeda,
Casimiro
Martínez
Millán, Crispín
Mozos Muñoz,
José de los
Quiles Araque,
Pablo
Ortíz
Rodríguez, Teodoro
Oteyza
Barinaga, José Andrés
Oteyza y de la
Loma, José Andrés de
Palencia Ronda,
Joaquín
Äniagua
Sánchez, Simón
Pascual del
Roncal, Enrique
Pelsmaeker e
Ibañez, Fernando de
Perena
Reixachs, Julio
Pich Ferrer,
Francisco
Klajman
Klajman, Ignacio
Keller
Urquiaga, Federico
Sánchez
Ramírez, Angel
Santos Herrera,
Francisco
Sanjuan y
Colmer, Alfredo de
Sierra Molla,
Rafael
Vázquez
Humasque, Adolfo
Rancaño
Rodríguez, Cándido
Riva Tayan,
Adolfo de la
Riva Tayan,
Jorge de la
Rodrigo y del
Busto, Juan Aurelio
Rogríguez
Miaja, Fernando
Rodríguez Mata,
Emilio
Rovira Male,
Miguel
Ruiz González,
Gonzalo
Ruiz Gonzálo,
Secundino
Ruiz Ponsetti,
Estanislao
Sánchez de la
Vega, Antonio
Schwartzmann
Bargutin, Manuel
Tarodo de la
Fuente, Cándido
Tirado Moreno,
Eloy
Torón Villegas,
Luis
Valencia
Fernández, Antonio
Verano Elvira,
Félix
Verdejo Magal,
José
Vizcarrondo
Martínez, Felipe
Alvarez
Santullano, Ma. Luisa
Barbero Hernando,
Luis
Bargalló
Ardevol, Modesto
Carbonel
Chauro, Vicente
Caridad Mateo,
Rogelio
Carrasco y
Garrorena, Pedro
Jiménez
González, Enrique
Martín Miret,
Encarnación
Martínez Sanz,
Ma. del Pilar
Díaz Riva,
Elisa
Poza Juncal,
Laureano
Río Guinea,
Miguel del
Santaló Sors,
Marcelo
Varea
Rodríguez, Angel
Valero Serrano,
Juan
Vinós Santos,
Ricardo
Abaunza
Fernández, Antonio
Acero Laguna,
Jesús
Almarza
Herranz, Nicanor
Añoveros Yuste,
Guillermo
Aranguren
Janusaras, Félix
Aransay Alvaro,
Luis
Arín Borgoños,
Eduardo
Arroyo
Villaverde, Trinidad
Barja Casanova,
Clemente
Barnés
González, Francisco
Barnés
González, Urbano
Barón
Fernández, José
Bejarano
Lozano, Julio
Berdegue
Bailón, Julio
Bort Albalat,
José
Barreiro
Curtada, José
Barreiro
Curtada, José Ma. Armando
Boadella Clota,
Joaquín
Book Baer,
Walter
Bort Albalat,
José
Caballero
Fernandez, Justo
Cabrera
Sánchez, Blas
Capo Valle,
Gabriel
Carrasco y
Formiguera, Rosendo
Campuzano
Ibañez Aguirre, Watkins Tadeo
Capella Bustos,
Antonio
Carabias
Calonge, Julio
Carbajosa
Tejedor, José Ma.
Carrasco de
Mier, Matias
Carreras
Villanueva, Félix
Castro Bonel,
Teonesto
Clavero
Maestre, Ma. del Coro
Civit Bellfort,
Juan
Collantes de
Terán, Antonio
Costero
Tudanca, Isaac
Cuquerella
Gomar, Victor
Cusinier Mas,
Juan
Cuyas
Fonsdeviela, José
Encinas
González, Carlos
Escribano
Iglesias, Roberto
Espinasa
Massague, José
Esteve Sanz,
Enrique
Fabregas Hugas,
José
Fernandez
Carnicero, Antonio
Fernández
Márquez, Manuel
Fienga-Oliva,
Fernando
Fraile y Ruiz
de Quevedo, Rafael
Fumagallo
Pérez, Luis
García Delgado,
Rafael
García Cerviño,
Ramón
García García,
Germán
García
Valdecasas, José
Gerez Maza,
Luis
Giral González,
Antonio
Godas Vila,
Enrique
Goldatray
Gilman, Juan
Gómez Higuera,
José
Gómez Luesma,
José
González
Cabrera, Domingo
González
Gallego, Claudio
Gordon Cardona,
Sigfrido
Gordon Ordáz,
Félix
Guzmán y
Alvarez Toledo, Jaime
Guerra
Pérez-Carral, Francisco
Gusiñe Mas,
Juan
Isa Barrial,
Emilio
Lafora
Rodríguez, Gonzalo
Lagunilla Leca,
Mario
Laredo Vega,
Luis
Lema Pinto,
José
López Albo,
Wenceslao
López Bello,
Fernando
López González,
Ricardo
Losada
Loureiro, Hermenegildo
Márquez
Carracedo, Manuel
Márquez
Rodríguez, Manuel
Martín Gromas,
Luis
Martínez
Cardona, José
Martínez
Martínez, Carlos
Mas Navarro,
Domerio
Matz Gutiérrez,
Angel
Mayer Van
Beijeren, Ursula
Medina y
García, Manuel
Méndez
Martínez, Juan Antonio
Mietkiewicz,
Rena
Miró Vives,
Magin
Molto
Carbonell, Fernando
Montoliu
Bolant, César
Morayta Nuñez,
Miguel
Morayta
Serrano,. Emilio
Navarro Pérez,
Antonio
Nuñez Maza, Mariano
Olmedo Serrano,
Manuel
Palau Abad,
Francisco
Palencia
Oyarzábal, Ceferino
Pares Guillen,
Carlos
Pascual del
Roncal, Federico
Pérez Lías,
José Ramón
Pellit Varela,
Severino
Pi Suñer, Jaime
Pinol Noya,
Jorge
Pocorull
Satorra, Joaquín
Ponseti Vives,
Ignacio
Puche Alvarez,
José
Puig Guri, José
Ramón
Santamaría, Mariano
Rebolledo
Cobos, Enrique
Ridaura
Alvarez, Vicente
Riobbo del Río,
José
Rivas Cherif,
Manuel
Rivas y Rivas,
Jesús Cristino
Robert, Gibert,
Antonio
Rodríguez
Herrero, Antonio
Rodríguez Mata,
Ramón
Ros Saez,
Antonio
Romeo Lozano,
Aurelio
Ruiz Castrejón,
José
Ruiz Fernández,
Alonso
Sabina Parra,
Federico
Sánchez Covisa,
Aparicio
Sánchez
Portela, Lino
Sanz Sanz,
Cecilia
Salmerón
Jiménez, Jerónimo
Sanmarti
Falguera, Emili
Saura Mora,
Juan Manuel
Segovia
Caballero, Jacinto
Serrano Pareja,
Eugenio
Sisniega
Vierna, Manuel
Solares Encina,
Juan
Somolinos
Dardois, Ferman
Soriano Aríz,
Emiliano
Torre Blanco,
José
Val Chivite,
Mariano
Valdés Estrada,
Jaime
Valles Ventura,
Jorge
Vázquez Alas,
Alonso
Vega Trápaga,
Enrique
Villalobos
Varahona, Rafael
Villanueva
Sánchez, Santiago
Beya Pons,
Asunción
Canencia
Pariseyo, Santos
Cardero Veloso,
Antonio
Casas Barragán,
Antonio
Castro Bravo,
Ma. Luisa
Colón Manrique,
Julio
Dutrem
Domínguez, Eliseo
Dutrem
Domínguez, Wenceslao
Dutrem
Solanich, Wenceslao
Fernández
García, Antonina
Gamíz Ochoa de
Eribe, Federico
García
Lorenzana Cortinas, Salomé
Gay Méndez,
Enrique
Jimeno
Martínez, Manuel
Llorens Mateu,
Trinidad
Madinaveitia
Jungerson, Antonio
Manso Robledo,
Carmen
Olmos
Fernández, Juan José
Pi Llusa,
Fernando
Pi-Suñer Bayo,
Fernando
Plaza Vidal,
Santiago
Pola Martínez,
Ma. de la
Rezola
Arratibel, Joaquín de
Rodríguez
Márquez, Ma. Teresa
Somonte
Iturrioz, Justo
Vázquez,
Sánchez, José
Viciana Flores,
Gabriel
Xirau Palau,
Juan
Zapata Díaz,
Antonio
Alvarez Ullan,
Emilio
Bages González,
Luis
Barnés
González, Adela
Boix
Vallicrosa, Alfonso
Buen Lozano,
Fernando de
Estape Pages,
Pedro
García,
Aureliano
Giral González,
Francisco
Giral Pereira,
José
Llamas Olarán,
José Ma.
Madinaveitia
Tabuyo, Antonio
Mateo Souza,
Eligio
Muñoz Climent,
Federico
Palma Delgado,
Serafina
Rivera Tellez,
Julio
Robinat
Carulla, Amadeo
Rodríguez Mata,
Manuel
Sánchez
Granados, Romualdo
Sanz Sainz,
Pedro
Suñer Pi, Irene
Talayero Gordo,
Antonio
PROFESION |
NUMERO |
PORCENTAJE
(%) |
Médicos* |
141 |
43 |
Ingenieros** |
83 |
27 |
Farmacéuticos |
29 |
9 |
Arquitectos |
19 |
6 |
Químicos |
18 |
6 |
Ciencias
Exactas |
16 |
5 |
Ciencias
Naturales |
12 |
4 |
|
|
|
Totales |
325 |
100 |
* De acuerdo a su
propia declaración, 61 se dijeron sólo médicos, 1 de la armada, c cardiólogo 2,
cirujano 16, fisiólogo 5, histólogo 1, militar 1, neuropsiquiatra 3, Nutriólogo
1, Oncólogo 2, Ginecólogo 2, Otorrinolaringólogo 3, Piel y venéreas 5,
psiquiatra 2, puericultor 1, radiólogo 1, tisiólogo 2, tocólogo 1, urólogo 1,
oftalmólogo 4, odontólogo 8, pediatra 7, veterinario 12.
** Según su registro
y propia declaración, 7 solo se dijeron ingenieros, aeronáutico 1, agrícola 1,
agrónomo 9, caminos 5,constructor 1, electricista 4, industrial 26, mecánico 3,
militar 15, minas 4, montes 3, químico 3, radio 1.
* Investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.
[1] Francisco Giral. La ciencia española en el exilio. El exilio de los científicos españoles (1939-1989). Barcelona, Anthropos, 1994. pp. 19-20.
[2] Francisco Giral, op. cit. p. 19.
[3] Clara Lida con la colaboración de José Antonio Matesanz. La Casa de España en México. México. Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, 1988. p. 27.
[4] Citado por Clara Lida, op. cit., p. 26-27.
[5] Ibidem, pp. 44.
[6] José Antonio Matesanz. Las raíces del exilio. México ante la guerra civil española, 1936-1939. México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos: Universidad Nacional Autónoma de México, 1999. p. 264-265.
[7] El objetivo de dicha institución fue mantener en contacto a los profesores universitarios que habían tenido que abandonar España perseguidos por el franquismo. En esta primera etapa, la Unión logra agrupar a 158 profesores, catedráticos y auxiliares. Concepción Ruiz-Funes La Unión de Profesores Universitarios Españoles en el exilio. Motivos y Razones. México, noviembre 1996. (inédito)
[8] Entrevista realizada a don Francisco Giral en su domicilio en Salamanca, España, el 3 de marzo de 1981 por Elena Aub. PHO/10/ESP47 pp. 237. La sede de la Unión de Profesores en el Extranjero, se trasladó a México en 1943, debido a que era la sección más numerosa y activa, bajo la presidencia de don Ignacio Bolívar. Al fallecer éste, ocupó la presidencia don Manuel Márquez.
[9] Entrevista a don Francisco Giral, p. 196-199.
[10] Antolín Piña Soria. El presidente Cárdenas y la inmigración de Españoles Republicanos. México, Multígrafos SCOP, 1939. P. 12-13.
[11] Lo llamamos así aún sabiendo que el gobierno republicano en el exilio se instaura propiamente en 1945, para referirnos a las Cortes y Jefatura de Gobierno existentes en España al final de la guerra y que salieron al exilio.
[12] Ma. Magdalena Ordóñez Alonso. El Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles: historia y documentos, 1939-1940. México, INAH, 1997.
[13] La llegada de los exiliados dio origen a la creación de los archivos del CTARE y de la JARE. El primero se encuentra en México y contiene 5,434 expedientes personales de refugiados. El segundo se localiza en Madrid y se integra de 7,842 expedientes, de los cuales, 5,314 individuos se registran igualmente en el archivo del CTARE y 2,532 más, sólo se consignan en el Archivo de la JARE.
[14] Esta no es una cifra definitiva, si se tiene en cuenta que se extraviaron 475 expedientes. También hay que considerar que ciertos refugiados no informaron acerca de su profesión, por lo tanto, quizá el número de científicos sea mayor.
[15] Durante el periodo cardenista existieron 4,520 médicos mexicanos de los cuales, 2,000 estaban en la capital, 1,500 en setenta ciudades grandes y sólo 610 residían en poblaciones pequeñas, La llegada de los 141 médicos españoles registrados en el archivo del CTARE, constituyó un 3% más de facultativos que se involucrarían en la salud de la población mexicana. Fernando Benítez, Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana. V. III, p. 111-116.
[16] El Ateneo Ramón y Cajal fue presidido por el oftalmólogo Manuel Márquez y como secretario el doctor Manuel Rivas Cherif y la asesoría de los médicos mexicanos Ignacio Chávez y don Manuel Martínez.
[17] José Cueli Ciencias médicas y biológicas en El exilio español en México. México. Salvat, 1989. Pp. 495-528.
[18] Entrevista realizada a José Luis de la Loma por Concepción Ruíz-Funes, en los meses de octubre y noviembre de 1987. PHO/10/88. P. 13, 17, 110.
[19] Véase Pilar Domínguez Voces del exilio. Mujeres españolas en México, 1939-1950. Madrid, Universidad Complutense-Instituto de Investigaciones Feministas y Consejería de la Presidencia, Dir. Gral. de la Mujer, 1994. 294 p.
[20] Javier Rubio, La emigración de la guerra civil de 1936-1939. Historia del éxodo que se produce con el fin de la II República española. Madrid, Librería San Martín, 1977. p. 318.