Dossier pedagógico realizado por iniciativa del Centro Regional de Documentación Pedagógica de Champagne-Ardenne (Reims - Francia), por Jean-Pierre Husson, historiador, bajo la supervisión científica y técnica de la Inspección Pedagógica Regional. |
Dirección de la página web : http://crdp.ac-reims.fr/memoire/
Traducción: Fernando Hernández Sánchez - Proyecto Clío-
¿Qué significa hoy en día
educar en la memoria?
"La memoria es la forma en que una colectividad recuerda su
pasado y busca proporcionar una explicación al presente, darle un sentido".
Annette Wieviorka,
jornadas-debate de la Asociación de Amigos de la Fundación de la Memoria de la
Deportación, Sobre la transmisión de la memoria de la deportación, París, 18 de
marzo de 1.999.
Henry Rousso define la
historia de la memoria como "el estado de la evolución de las
representaciones del pasado, entendidas como hechos políticos, culturales o
sociales", es decir, un estudio que implica que "el acontecimiento
debe ser tomado no en su acepción clásica, sino como una secuencia cronológica
que no se limita a su envoltura aparente", un estudio que "incluye
tanto el análisis histórico del acontecimiento propiamente dicho como el
análisis de su posteridad, entendida no como sus consecuencias, sino como su
supervivencia activa y pasiva en el imaginario social y, por tanto, en las
prácticas sociales de las generaciones posteriores" [1].
La memoria se refiere al
pasado dirigiéndose en todo momento al presente, es móvil. Por ejemplo, la
memoria de la Segunda Guerra Mundial, y más particularmente, la memoria de
Vichy y de la Shoah en Francia es diferente al final de la victoria aliada en
1.945, durante el periodo de la Guerra Fría y después de la caída del Muro de
Berlín en 1.989. De ahí los conflictos de la memoria que afloraron periódicamente
con ocasión de procesos como el de Maurice Papon.[2]
Educar en la memoria
plantea múltiples cuestiones: ¿Qué significado tiene educar en la memoria hoy
en día? ¿Qué relación existe entre memoria e historia? ¿Y entre memoria y
conocimiento del pasado? ¿Y entre memoria y construcción- reconstrucción-
recreación- representación del pasado? ¿Y entre memoria y enseñanza de la
historia? ¿La memoria no es una reconstrucción del pasado influida por el
presente? ¿Por qué es necesario recordar? Y si educar la memoria tiene sentido,
¿qué memorias debemos enseñar en nuestras clases?
2. ¿Qué memorias enseñar?
¿Se debe enseñar la
memoria oficial, expresión de un poder político que se manifiesta al calor de
las conmemoraciones, una memoria a menudo influida por el presente y sospechosa
de autojustificación? ¿O más bien la memoria de los actores y los testigos,
memoria individual, memoria familiar, memorias de grupo, que son memorias
respetables pero parciales, fragmentadas, deformadas, que a menudo son el resultado
de reconstrucciones identitarias legítimas, pero forzosamente reduccionistas?
En 1.921, el historidor
Marc Bloch, que combatió durante la Primera Guerra Mundial en el frente de
Chemin des Dames, se interrogaba en la "Revue de Synthèse historique"
sobre los límites del testimonio y la necesidad de una "crítica
metódica" del mismo en estos términos:
"No existe un buen
testigo, ni tampoco hay deposición exacta en todas sus partes. Pero sobre
algunos puntos, un testigo sincero y que piensa decir la verdad merece ser
creído, cuestión infinitamente delicada a la que no se puede dar de entrada una
respuesta inmutable, válida en cualquier caso. Hace falta examinar
cuidadosamente cada prueba y decidirse en cada ocasión según las necesidades de
la causa" [3].
¿Debe enseñarse la memoria
colectiva, que se nutre a la vez de las memorias de grupo y de la memoria
oficial, que es también una memoria selectiva, mutante, deformada, una
adquisición que se transmite y se transforma de generación en generación? ¿Cómo
deben enfrentarse historiadores y educadores a estas memorias plurales que se
refuerzan o se oponen y se anulan?
En España, por ejemplo, la
Guerra Civil constituyó durante mucho tiempo un acontecimiento mitificado que
ha complicado el trabajo de los historiadores alimentando una doble memoria: la
memoria de los vencedores, memoria oficial mantenida y conmemorada por el
régimen franquista; y la memoria reprimida y dolorosa de los vencidos, los
republicanos, muchos de los cuales debieron partir al exilio.
¿Son lo actores y los
testigos quienes hacen la historia? ¿Qué se puede extraer de los testimonios
orales? ¿Cuál es la relación y cuál la distancia entre la vivencia y su
verbalización?
¿Por qué los combatientes de 1.914- 1.918 y los supervivientes de los
campos de 1.939- 1.945 han podido comunicar tan mal su experiencia, su
vivencia? Más en particular, ¿cuál es hoy el papel de los testigos salvados de
la Shoah? ¿Cómo transmitir, como comunicar lo incomunicable? ¿Qué relación
existe entre memoria e hito? ¿Hacen la historia los hitos de la memoria? ¿La
memoria necesita sitios, monumentos, museos?
3. Las memorias ocultas u
olvidadas, posteriormente desveladas o reveladas.
La memoria de aquellos a
los que se ha denominado "los amotinados de 1.917" o los
"fusilados para escarmiento" de la Primera Guerra Mundial fue objeto
de un reconocimiento tardío, el 5 de noviembre de 1.998, con ocasión del 80
aniversario del armisticio de 1.918, expresado por Lionel Jospin, en Craonne,
en el Chemin des Dames, en un discurso oficial en el que el primer ministro
reclamaba que esos soldados "se reintegraran plenamente en nuestra memoria
colectiva nacional", homenaje calificado por el presidente de la
República, Jacques Chirac, de "inoportuno" [4].
Annette Becker ha
demostrado cómo la memoria de lo que se ha llamado la Gran Guerra se construyó
en torno a los monumentos a los muertos, erigidos en los municipios al final de
la Primera Guerra Mundial, privilegiando la memoria combatiente heroica y
viril, y arrojando a las otras víctimas (fusilados para escarmiento, soldados
indígenas de las colonias, prisioneros de guerra, poblaciones civiles ocupadas)
al "silencio casi odioso del olvido" [5].
En los años 20, una decena
de monumentos se erigieron para expresar claramente la revuelta y el disgusto
por la guerra, por ejemplo los de Gentiox dans la Creuse, Equeurdreville dans
la Manche, Saint-Martin d´Estréaux dans le Loire, Riom dans le Puy-de-Dôme
(donde incluso se erigió un monumento a los fusilados de 1.917). El monumento a
los muertos de Gentioux dans la Creuse, erigido por decisión de un consejo
municipal presidido por un alcalde socialista, Jules Coutaud, consistía en una
estatua fundida y pintada que representa a un niño huérfano blandiendo el puño
y mostrando la lista de los 63 muertos del municipio caídos en el curso de la
Primera Guerra Mundial, con la explícita inscripción: "¡Maldita sea la
guerra!". Se vuelve a encontrar esta misma inscripción en el monumento
funerario en piedra de Equeurdreville, que representa el dolor y el sufrimiento
de una viuda de guerra y de sus dos hijos huérfanos. En Saint.Martin
d´Estréaux, también a iniciativa del alcalde, Pierre Monot, un pacifista
convencido, se grabó una larga inscripción al dorso del monumento fúnebre, en
el que figura la fotografía en medallón de los soldados caídos en combate:
"¿ Habrá provocado la guerra bastante sufrimiento y miserias, habrá matado
a suficientes hombres, para que a su vez los hombres tengan la inteligencia y
la voluntad de acabar con la guerra? ¡Malditos sean la guerra y sus
autores!". En el cementerio de Riom, dos monumentos se encuentran frente a
frente: el primero honra " a los soldados muertos al servicio de la
Patria"; el segundo, inaugurado en 1.922 por iniciativa de Julien Favard y
de los supervivientes locales del Chemin des Dames se encarga de perpetuar el
recuerdo de sus camaradas "conducidos al patíbulo, aquellos de Vingré,
Fleury, Fontenoy, Monteauville y Souain".
La memoria de los soldados indígenas enrolados en las colonias para
acudir a combatir bajo la bandera francesa en la metrópoli fue reivindicada por
un monumento erigido en Reims, en 1.924, en homenaje al Ejército de África.
Inaugurado el 13 de julio de 1.924 por Edouard Daladier, ministro de las Colonias,
fue destruido por los alemanes a comienzos de la ocupación en septiembre de
1.940. Hoy, en el emplazamiento de este monumento subsisten dos pequeños
obeliscos de hormigón simbolizando la unión de los combatientes metropolitanos.
La memoria de los salvados
de la Shoah es una memoria que desazona, una memoria comprometida en un combate
incesante contra el olvido y contra todas las formas, a menudo insidiosas, de
falsificación, de negacionismo.
4. El papel de los
enseñantes en la transmisión de la memoria.
¿Qué relaciones se dan
entre el conocimiento culto, elaborado por la comunidad científica de los
historiadores, y la transmisión de la memoria? ¿Debemos limitarnos los
enseñantes a enseñar estrictamente la historia? ¿O debemos ser también los
relevos de la memoria, como desean los supervivientes de los campos que
aspiran, antes de desaparecer, a traspasarnos el testigo? Y aquellos de
nosotros que animamos los servicios educativos de archivos, museos y
bibliotecas, ¿es nuestra misión ser "guardianes de la memoria"?
¿Sobre qué bases sustentarnos para ser relevos de la memoria? ¿Cómo respondemos
a las múltiples circulares oficiales (ministerio, rector, inspectores
académicos...) que cada año nos invitan a participar con nuestras clases en las
conmemoraciones nacionales oficiales?
En el sentido etimológico,
conmemorar es recordar de forma conjunta. Estas conmemoraciones son, pues,
"manifestaciones y rituales nacionales que tienden a reunir a la comunidad
nacional, a los ciudadanos" [6].
Según Alain Prost, que colaboró en la obra "Los lugares de la
memoria" bajo la dirección de Pierre Nora, "el sentido de las
conmemoraciones corre el riesgo de perderse si un conocimiento culto no lo
sustituye con rigor y piedad. Es preciso que en lo sucesivo la Historia tome el
relevo de la memoria" [7].
¿Cuál es la importancia
real de la conmemoración en nuestras clases? Dos de estas conmemoraciones caen
siempre durante las vacaciones escolares: la fiesta nacional del 14 de julio y
la jornada nacional conmemorativa de la saca del Velódromo d´Hiver, el 16 de
julio[8].
La jornada nacional en recuerdo de la deportación, el último domingo de abril,
está totalmente eclipsada por la proximidad de la celebración de la victoria de
1.945, el 8 de mayo, conmemoración que interesa sobre todo a alumnos y
profesores, como a la mayor parte de los franceses, porque representa, en años
propicios, una perspectiva de puente festivo, de fin de semana prolongado
apenas llegados del 1º de mayo.
Estas dos conmemoraciones
son habitualmente objeto cada año de una breve e idéntica circular del
ministerio de Educación Nacional dirigida a los directores, inspectores
académicos, directores de los servicios departamentales de educación y a los
prefectos, instando a que con ocasión de estas conmemoraciones "en las
escuelas, colegios e institutos los alumnos sean invitados a profundizar en sus
conocimientos sobre la Segunda Guerra Mundial", y deseando "invitar a
los directores de escuela, jefes de estudios y prefectos a tomar parte activa
en estas jornadas conmemorativas"[9].
La conmemoración del
armisticio de 1.918, el 11 de noviembre, es también objeto cada año de una
circular oficial del ministerio. Publicada en el Boletín Oficial, esta
circular, que está siempre redactada poco más o menos en los mismos términos,
invita a los jefes de estudios "a evocar en sus clases los acontecimientos
históricos" correspondientes a esta conmemoración, y les pide "con
insistencia muy particular tomar contacto con las autoridades locales a fin de asegurar
la participación más amplia posible de los escolares y estudiantes en las
ceremonias conmemorativas"[10].
¿Cuál es el impacto de
estas circulares repetitivas fijadas en las salas de profesores o fotocopiadas
y depositadas en sus casilleros? Parece que este tipo de incitación no llega, o
llega mal; que esta circular, por su formulación misma, está abocada a ser poco
escuchada y seguida, porque regula de forma puramente administrativa un
problema de memoria en lugar de intentar ganarse a los enseñantes mediante una
aproximación a la vez histórica, científica y pedagógica. ¿Qué debe ser
prioritario para nosotros? ¿Enseñar historia? ¿Hacer de nuestros alumnos
ciudadanos responsables? ¿O bien conmemorar?
5. Los historiadores y el
deber de recordar.
Hoy el deber de recordar
es cada vez más invocado: por las asociaciones de antiguos combatientes,
resistentes, deportados o víctimas civiles de las dos guerras mundiales; y por
las autoridades oficiales, en particular el Secretariado de Estado de Defensa
encargado de los antiguos combatientes. Según Pierre Masseret, responsable de
este último departamento, “el deber de
recordar no se conjuga solamente en pretérito” y “debe estar al día,
independientemente de las contingencias políticas, para servir también para
preparar el porvenir de los más jóvenes”[11].
Los historiadores muestran una cierta resistencia a integrar este concepto de
“deber de recordar”, incluso aplicado a la memoria de la deportación y del
genocidio del pueblo judío:
Jean-Pierre Rioux,
historiador e inspector general de Historia, contrastando que “se ha
establecido una relación orgánica entre la difusión militante más oficial del
“deber de recordar” y la instrumentalización judicial de la historia”, revelada
con ocasión del proceso Papon, concluye que se llega, en nombre de la memoria,
a culpabilizar a las nuevas generaciones, y en particular a los alumnos de
colegios e institutos: “Como si el deber de recordar primera sobre el
conocimiento explícito y la razón que fundamenta la ciudadanía. Como si la
memoria fuera mejor instrumento probatorio, moral y cívico, que la
reconstrucción cierta, construida por los historiadores cruzando todas las
pistas”[12].
François Bedarida, que fue
el primer director del Instituto de Historia del Tiempo Presente (IHTP), y que
es especialista en el genocidio de los judíos por el nazismo, prefiere sugerir
que tras el deber de recordar hay un “deber de conocer” que define como “la
constitución de un saber solamente apto para construir una memoria verdadera” [13].
Para él “es esencial memorizar las monstruosidades a las que ha llegado el ser
humano en lugar de reprimirlas en una amnesia cómplice”, y que ”el valor
curativo de la memoria es inmenso”, pero al mismo tiempo pone en guardia contra
“la celebración incondicional del culto a la memoria” [14].
Henry Rousso, actual
director del IHTP considera que “la memoria consiste en una aproximación
sensible, individual, casi sentimental al pasado, que abole la primera
característica de la historia como disciplina, a saber, la toma de distancia” [15],
y que el deber de recordar es también un deber de veracidad que se impone a los
historiadores” [16].
Para Pierre Laborte,
especialista en la opinión pública bajo el régimen de Vichy, el historiador es
un “enturbiador de la memoria” [17].
De la misma opinión es Annette Wieviorka. Constatando que el historiador que
trabaja sobre el periodo de la Segunda Guerra Mundial lo hace bajo la
vigilancia de testigos a menudo prestos a acusarle de revisionismo, afirma que
el historiador necesita libertad, y que debe intentar proyectar sobre el pasado
una mirada analítica, no selectiva y desprovista de tabúes [18].
Pascal Ory denuncia los
peligros de la confusión entre memoria e historia puesta en evidencia con
ocasión del proceso a Maurice Papon, por el papel que intentaron jugar los
historiadores de ambos lados llamados a testificar en el juicio. El historiador
no es un policía, ni un juez, ni un moralista. Incluso si el historiador
utiliza la memoria como fuente, su trabajo difiere del trabajo de construcción
de la memoria que debe ser dejado a los guardianes de ella, que son los conservadores del patrimonio en museos,
archivos y bibliotecas [19].
Dado que el deber de
recordar se impone a los historiadores como un deber de investigación del
pasado, sin tabúes, Jean-Luc Einaudi se encontró implicado en la polémica sobre
la represión de la manifestación de franceses musulmanes de Argelia en París,
el 17 de octubre de 1.961, y en una demanda que le interpuso Maurice Papon,
prefecto de policía en el momento de los hechos[20]
.
Para Gilles Manceron, la
memoria está hecha de olvidos, es selectiva. De forma contradictoria, tan
pronto “las apuestas del presente imponen mayores urgencias que el incensante
retorno al pasado”, como “se da una variedad de rechazo del presente
consistente en lamentarse del pasado, preguntándose cuáles fueron las
responsabilidades hace cincuenta años, sin plantearse la cuestión de cuáles son
hoy las responsabilidades de los ciudadanos ante un gran número de problemas mucho
más actuales”. Como Pascal Ory, denuncia, a propósito del proceso Papon, el
riesgo de instrumentalización del trabajo del historiador tendente a la
subordinación del pasado al presente y a la "lectura retrospectiva del
pasado en función de un cierto número de exigencias del presente"[21]
.
6. La especificidad de la
enseñanza de la historia y la memoria.
¿Cómo nos situamos los
profesores de historia de colegios e institutos con relación al deber de
recordar? Para los enseñantes de esta
materia, el concepto es ambiguo:
-
En principio, por razón de su
carácter emocional, moral, mientras que los objetivos de nuestros cursos de
historia son ante todo objetivos didácticos, como ha recordado Dominique Borne,
decano del cuerpo de inspectores de geografía e historia, en el curso de una
entrevista sobre el tema "¿Cómo hablar de Auschwitz en la escuela?" [22].
-
Y después, a causa de su carácter
oficial, institucional, obligatorio, inscrito en los textos y en las circulares
de la Secretaría de estado de Antiguos Combatientes y del ministerio de
Educación Nacional.
En febrero de 1.999, en
una conferencia- debate en la Sorbona, el helenista Jean-Pierre Vernant, héroe
de la Liberación, subrayaba los peligros de una oficialización de la memoria:
"Los monumentos son el recuerdo. Ello implica una institucionalización de
la memoria, obligatoria, necesaria. Toda sociedad precisa para perdurar
encontrar en el pasado sus raíces, arraigarse en una memoria colectiva
compartida. Existen hitos de la memoria y se teje a partir de ellos el lienzo
del recuerdo. Pero la oficialización de la memoria representa un peligro, el de
una simplificación que la congele"[23].
Habida cuenta de esta
ambigüedad y de este riesgo, ¿no será preferible sustituir el concepto de
"deber de recordar" por el de "tarea de recordar"? La
expresión "tarea de recordar" es retomada en el número 54 de la
colección "Mémoires" de la revista "Autrement", publicada
en enero de 1.999 bajo el título "Tarea de recordar, 1.914-1.918. Una
necesidad en un siglo de violencia". Este número presenta el balance de
una serie de seminarios reunidos en el Parc de la Villette, con la
participación pluridisciplinar de historiadores, juristas, filósofos,
psicoanalistas, sociólogos, testigos, periodistas, escritores y artistas, sobre
el tema del coloquio organizado por la Academia Universal de las Culturas de la
UNESCO y la Sorbona: Memoria e Historia: ¿Por qué recordar?
Tratando particularmente
del deber de recordar invocado por los antiguos deportados ante los profesores
de historia, he aquí a modo de conclusión dos puntos de vista expuestos en las
jornadas organizadas el 18 de marzo de 1.999 por la Asociación de Amigos de la
Fundación de la Memoria de la Deportación consagrados a la transmisión de la
memoria de la deportación.
Haciendo un balance entre
la investigación científica y la enseñanza de la historia, Annette Wieviorka
rechaza el deber de recordar que consistiría en dejar a los antiguos deportados
o a sus asociaciones el cuidado de decir a los profesores: "Esto es lo que
debéis enseñar". Considera que los profesores deben primero reflexionar
sobre lo que se hace en el plano de la investigación, que está retrasado en
este ámbito en Francia. Según ella, el deber de recordar para los profesores de
colegio e instituto, de los que ella forma parte, es, primero, el deber de
hacer el esfuerzo intelectual de actualizarse científicamente[24].
Dominique Borne también
rechaza el deber de recordar impuesto a los profesores de historia, porque no
tendría sentido: "Cuando un protagonista o un testigo, antiguo resistente
o deportado, viene a una clase, no es para dar un curso de historia, sino para
testificar. El curso de historia es asunto del profesor. Las memorias
transmitidas por los protagonistas y sus asociaciones de antiguos deportados
son memorias patrimoniales, que se transmiten a las nuevas generaciones. Ellos
se sitúan en el primer nivel, respetable, de los recuerdos. La Fundación para
la Memoria de la Deportación busca unir estas memorias, lo que plantea el problema
del trasvase de las memorias patrimoniales a la memoria colectiva, a la
conmemoración nacional, al reconocimiento político.
Existe, pues, un papel
específico de la memoria y la historia. La historia revuelve y cura al mismo
tiempo, es terapeútica, pues sana los conflictos de la memoria. En las clases
no se ejerce el deber de recordar, lo que no tiene sentido: se hace historia.
Es necesario inscribir la historia de la deportación en el "tiempo
largo" - la historia de los campos comienza bastante antes de 1.939-1.945-
y en un territorio a escala no solo nacional, sino europea.
Uno de los errores a
evitar es presentar esta historia en términos tan horrorosos que torne
imposible la inteligibilidad histórica. Hace falta mostrar las zonas grises evocadas
por Primo Levi. Es preciso hacer sentir a los alumnos la banalidad del mal, por
ejemplo, un Eichman obsesionado por hacer llegar puntualmente los convoyes de
deportados. Hay que mostrar que, en parte, el nazismo posee rasgos seductores.
No hace falta utilizar los crímenes nazis como ejemplo de un paréntesis moral,
que permite impartir moralina tomando como pretexto la Segunda Guerra Mundial y
explicar el Bien y el Mal a los niños. La finalidad de la enseñanza de la
historia no es moral, es cívica. La defensa de los valores democráticos y de
los derechos humanos no se ciñe solo a la Segunda Guerra Mundial, sino a toda
la enseñanza de la historia"[25].
La memoria deportada, una
memoria para el futuro. Sam Braun, presidente del círculo Memoria y Vigilancia
expuso, por su parte, un punto de vista destinado a apaciguar los temores
expresados por los historiadores y la inspección general de historia,
reafirmando enérgicamente la concepción que tienen los antiguos deportados
acerca de la memoria: "Cuando intervenimos en las escuelas, aportamos un
testimonio histórico no siendo historiadores y no teniendo más que una
aproximación parcial a la historia, pero aportamos una imagen viva de lo que
hemos conocido, nosotros testificamos para el futuro, por el respeto a la
dignidad de todos los hombres cualquiera que sea su origen, cultura y creencia
religiosa. La memoria no es el pasado tal como se inscribe en las lápidas o se
escribe en los libros, esto es el recuerdo, está muerto, congelado en el
pasado, como los túmulos o los monumentos funerarios. La memoria es otra cosa,
está viva, es el porvenir en marcha, es la vida. Si el pasado pertenece a los
que lo han vivido, la memoria no puede ser confiscada por tal o cual grupo
humano, por legítimo que pudiera parecer, porque es universal y pertenece a
todos los hombres"[26].
[1] Henry ROUSSO,
" Réflexions sur l'émergence de la notion de mémoire ", en Histoire
et mémoire, CRDP de Grenoble, 1998.
[2] Maurice
Papon, fue durante la guerra secretario general de la prefectura de Girone y
organizador de convoyes de deportación. Tras la Liberación se hizo pasar por
resistente y consiguió realizar una provechosa carrera administrativa y
política: entre 1956 y 1958, participó
en la "pacificación" de Argelia, en calidad de prefecto; como jefe
superior de la policía de París durante los acontecimientos de octubre de
1.961, fue responsable de la brutalidad policial contra una manifestación
pro-argelina que se saldó con decenas de muertos. Fue cesado por de Gaulle tras
el escándalo por el asesinato de Ben Barka -opositor marroquí secuestrado y
ejecutado por los servicios secretos de Hassan II en territorio francés, donde
se encontraba asilado- en 1.967. Elegido diputado gaullista en 1.958, llegó a
ministro del gabinete de Giscard d'Estaing en 1978. Inculpado en 1983, a raíz
de denuncias formuladas en 1981, fue juzgado en octubre 1997 y condenado en abril del año siguiente a diez años
de reclusión por complicidad en crímenes contra la Humanidad. Tras un intento
de fuga a Suiza, ha sido de nuevo encarcelado en 1.999. (Nota del traductor).
[3] Marc BLOCH,
" Réflexions d'un historien sur les fausses nouvelles de la guerre ",
Revue de synthèse historique, 1921 ; en Marc BLOCH, Ecrits de guerre 1914-1918,
Paris, Armand Colin, 1997. Tirada aparte en éditions Allia, 1999
[4] Le Monde, 12
noviembre 1998. El "Chemin des Dames" es un pliegue del relieve, una
especie de loma que transcurre sobre mas de 20 kilometros entre dos valles.
Quien posee la cima domina todo el terreno en su alrededor. En la fase de
guerra de desgaste acaecida en 1.917, la posición fue tomada 40 veces por los
alemanes y 41 por los franceses, a costa de enormes pérdidas humanas. Estos
ataques sin sentido provocaron desobediencias, deserciones y motines de
soldados. El general Pétain acabó con ellos mejorando el sistema de permisos de
la tropa y las condiciones de su vida ordinaria en las trincheras, pero también
empleando la represión: de los 30.000 a 40.000 amotinados, 3.247 fueron
juzgados por tribunales castrenses, 554 fueron condenados a muerte, y 49 fueron
ejecutados. (Nota del traductor).
[6] Henry ROUSSO,
" Réflexions sur l'émergence de la notion de mémoire ", Histoire et
mémoire, CRDP de Grenoble, 1998.
[7] Antoine
PROST, prefacio de la obra de Hervé MOISAN, Les Sentinelles de pierre, éditions
Bleu, 1999, obra consagrada a los monumentos a los muertos de la 1° guerra mundial en la Nièvre.
[8] En esta fecha se conmemora la gran redada efectuada por la policía francesa, bajo el régimen de Vichy, destinada a capturar a la mayor cantidad posible de judíos franceses, que fueron posteriormente concentrados en este recinto deportivo como paso previo a su deportación a Alemania y a los campos de exterminio.(Nota del traductor).
[10] BO, n° 38, 15
octubre 1998 y n° 37, 21 octubre 1999.
[11] Jean-Pierre
MASSERET, " La politique de mémoire au service de la citoyenneté ", Historiens-Géographes,
n° 362, juin-juillet 1998.
[12] Jean-Pierre
RIOUX, " Pas de tribunal de l'histoire ", Le Monde des débats, diciembre
1999.
[13] François
BEDARIDA, " Un siècle de génocide : le devoir de connais-sance ", in
Jean-Pierre
BACOT y Christian COQ ( bajo la dirección de ), " Travail de mémoire
1914-1998.
Une nécessité dans un siècle de violence ", Autrement, collection
Mémoires,
n° 54, enero 1999.
[14] François
BEDARIDA, " Mémoire et conscience historique dans la France contemporaine
", en Histoire et mémoire, CRDP de Grenoble, 1998.
[15] Henry ROUSSO,
" Réflexions sur l'émergence de la notion de mémoire", en Histoire et
mémoire, CRDP de Grenoble, 1998.
[16] Henry ROUSSO y Eric CONAN, Vichy, un passé
qui ne passe pas, Paris, Gallimard, 1996.
[17] Citado por Annette
Wieviorka en las jornadas-encuentro de
la Association des Amis de la Fondation de la Mémoire de la Déportation sur La
transmission de la mémoire de la déportation, Paris, 18 marzo 1999.
[18] Annette
Wieviorka, aux jornadas de la Association
des Amis de la Fondation de la Mémoire de la Déportation sur La transmission de
la mémoire de la déportation, Paris, 18 marzo 1999.
[19] Pascal ORY,
" Du rôle des historiens dans des procès récents ", in Jean-Pierre BACOT
et Christian COQ, " Travail de mémoire 1914-1998. Une nécessité dans un
siècle de violence ", Autrement, collection Mémoires, n° 54, janvier 1999.
[20] Jean-Luc
EINAUDI, " France-Algérie : le conflit des mémoires ", en Jean-Pierre
BACOT et Christian COQ , " Travail de mémoire 1914-1998. Une nécessité
dans un siècle de violence ", Autrement, collection Mémoires, n° 54,
janvier 1999.
[21] Gilles
MANCERON, " Eclairer par l'histoire les malaises de la société ", in Jean-Pierre
BACOT et Christian COQ , " Travail de mémoire 1914-1998. Une nécessité
dans un siècle de violence ", Autrement, collection Mémoires, n° 54,
janvier 1999.
[22] ) Dominique
BORNE, " Auschwitz - La solution finale ", Les Collections de l'Histoire,
n° 3, octubre 1998.
[23] Jean-Pierre
VERNANT, La mémoire exige-t-elle des sites ou des monuments ?, conferencia-debate
organizado por la Association Mémoire et Espoirs de la Résistance à la Sorbonne,
el 2 de febrero de 1999.
[24] ) Annette
WIEVIORKA, jornadas de la Association des Amis de la Fondation de la Mémoire de
la Déportation sur La transmission de la mémoire de la déportation, Paris, 18
mars 1999.
[25] Dominique
BORNE, jornadas de la Association des Amis de la Fondation
de
la Mémoire de la Déportation sur La transmission de la mémoire de la
déportation,
Paris,
18 de marzo de 1999. El autor reafirma esta postura en la Conférence
internationale sur l'éducation, la mémoire et la recherche sur la Shoah,
desarrollada en Estocolmo en enero del
2000.
[26] Sam BRAUN,
" Mémoire ou passé ? ", Le Monde des débats, enero 2000. Este articulo
es une respuesta al articulo de Jean-Pierre
Rioux apareció en esta misma revista en diciembre de 1999.